Hasta mis colegas más malotes andan en un sinvivir en sí con el nombramiento de Dolores Delgado como fiscal general, como si la ex ministra se fuera a pasear por las audiencias y juzgados con la toga bien abierta y un piercing no se sabe dónde, que lo va a hacer. Consideran la designación un ataque frontal a esa entelequia bautizada como división de poderes, una injuria a la sacrosanta pureza de la izquierda, una morcilla mojada en el colacao de un niño. Y lo es. Y, quizá por eso, me gusta tanto.
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