A sus 41 años de edad, Ignacio M.M. parecía tener todo lo que un joven médico profesional podría esperar en la vida: estaba felizmente casado con su mujer, Manuela, tenía tres hijos pequeños, una casa recién reformada en Granada y un buen trabajo al que accedió por oposición como pediatra en la UCI y Urgencias de Pediatría en el Hospital Materno Infantil Virgen de las Nieves de la ciudad andaluza.
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