Tiene la cabeza empotrada en el pecho. Su cráneo es ancho y compacto como un archivador de oficina burocrática. Parece que bosteza continuamente, aunque no abra la boca para hacerlo. El efecto proviene, quizás, de que su boca depende jerárquicamente de su nariz. El cartílago nasal atrae los labios, los curva desde el centro y le pone cara de asco mal disimulada. Va por ahí con un gesto de agravio preventivo, de víctima de un gulag imaginario, y eso le procura un placer incalculable.
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