Un adorable osito. Un singular lobito peludo. Un precioso koalita. No-va-len-na-da. Oídnos bien: no valen nada. La suya es una batalla perdida: jamás podrán ser comparados a la terrorífica belleza y abrazabilidad de algunos de los peluches más monstruosos del mundo. ¿Quién quiere un simpático e inofensivo animal cuando puede tener sobre sus sábanas al mismísimo Cthulhu? ¿Qué puede resumir más y mejor al fracaso eterno del ser humano que un peluche de Hitler? Nada.
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