La obesidad, como ocurrió con la falta de cultura en el pasado, se ha convertido en una marca de clase, y por tanto en un elemento de desprestigio. Desde cierto punto de vista, revela aquellas cualidades que justifican una posición inferior, como la falta de voluntad, el descuido de sí o la ausencia de distinción: nadie quiere gordos en su fiesta. Lo mismo la próxima versión de Viridiana se rueda con gordos en lugar de con mendigos. Además justifican todo tipo de recriminaciones, ya que el culpable es siempre el perjudicado.
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