Los tres propagandistas seleccionados por cada partido han prestado la poca credibilidad que les quedaba para leer un manifiesto plagado de mentiras que sirviera de coartada a la cobardía de sus líderes, que no querían parecer uno solo. Para no mancharse con las compañías, la derecha extrema y la extrema derecha pidieron auxilio a sus oradores subrogados en los medios, que se han enajenado con gusto por un escaso botín presente que les proporcionará un jugoso galardón futuro.
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