Es posible, y tal vez probable, que el otoño sea caliente en términos laborales, como han anunciado los sindicatos ante la pérdida de poder adquisitivo de los salarios, pero lo que es seguro es que hoy por hoy la conflictividad laboral sigue en mínimos. Ni siquiera la mayor inflación en cuatro décadas ha sacado a la calle a los asalariados de manera relevante. Ni en el sector público —donde las organizaciones sindicales tienen más arraigo— ni en el sector privado. Las aguas laborales continúan mansas.
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