Una de las pocas personas con las que Himmler se sinceraba durante sus largas sesiones de fisioterapia y, a la vez, un fervoroso antinazi que consiguió salvar a más de 350.000 presos de la muerte. Desde 1939 a 1945, el buen doctor vivió una doble vida. «Por un lado, mitigaba con sus tratamientos los horribles dolores que atormentaban al ‘Reichsführer’. A cambio, exigía a su paciente la liberación de deportados de los campos de concentración».
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