El campo económico es un buen ejemplo, ya que nuestras últimas décadas se han caracterizado por una sorprendente dejación de funciones. Hacíamos lo que había que hacer: desde la última época de Felipe y la primera de Aznar, se privatizaron las grandes empresas públicas, seguimos las instrucciones europeas y recogimos los fondos, después nos arrojamos al ladrillo y a las inversiones extranjeras. Como todo iba bien, al menos en lo que se refiere a los grandes números, nos convertimos en un país gregario.
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