Para ellos, solo hace falta vivir seis meses en Miami para darse cuenta que el “sueño americano” amerita tener resistencia, arriesgar y ceder condiciones. “Nos vamos a Venezuela y sé que allá todo está peor, pero nos vamos felices, no nos vamos tristes porque aprendimos la lección, este país no es para nosotros”, dice Isabel, quizás en el momento en el otro compatriota empaca sus pertenencias para llegar a Estados Unidos en búsqueda, más que del sueño americano, de una vida en libertad.
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