Según avanza la Carretera Transafricana el paisaje va cambiando poco a poco. Los olivares y las ciudades van dejando paso a horizontes cada vez más planos y yermos, hasta que todo lo que abarca la vista desde las ventanillas del coche es una extensión abrumadora de arena tachonada de arbustos y de pilas de neumáticos abandonadas allí por pastores y nómadas como puntos de referencia para encontrar pozos. En el Sur de Túnez hay decenas de kilómetros entre un pueblo y el siguiente, y más vale llevar el tanque de gasolina bien lleno.
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