Durante los años más duros de la crisis, una corriente de pensamiento se hizo hegemónica en algunos sectores de la opinión publicada: España necesitaba más emprendedores. Los males económicos del país, se argumentaba, provenían en buena medida de una mentalidad conformista. Los españoles tenían una preferencia desfasada por el empleo público y el trabajo asalariado. El futuro residía en la innovación, en la inversión, en emprender. En crear empresas de la nada, como Amazon o Apple.
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