Alfredo, encargado del concesionario Ford de la calle Diputació de Barcelona, está harto de comunicar a los clientes que el coche que están esperando con tanta ilusión se retrasa, o de advertir a alguien que quiere encargar uno ahora que igual tiene que esperar seis meses. “Es que es desesperante, frustrante. Se me acaban los calificativos. La gente se molesta y con razón”, resume. Cuenta que los problemas de retrasos empezaron en febrero de este año y que los primeros meses de la pandemia, una vez levantado el confinamiento, no fueron tan malo
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