La causa exacta del asombro provocado por la instantánea saltaba rápidamente a la vista: en aquella fotografía entre el jardín de sombreros, chaquetas y menopausias vintage un joven de feroz porte equipado con gafas de sol y ropa con esencia a siglo XX plantaba cara a la lógica temporal irguiéndose estoico en su tarima de anacronismos. La imagen no estaba manipulada y la anónima figura, de moderno en mundo antiguo, fue considerada por los más audaces como un auténtico turista del tiempo. Un hípster del espacio-tiempo jodiendo el continuo con su
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