Isaac Asimov era un gran contador de chistes. «La modestia me impide decir que, de todos los presentes, soy el que posee el mayor repertorio de chistes y el que mejor los cuenta; pero si no fuera modesto lo diría», solía proclamar en fiestas y reuniones. Y también solía bromear sobre su misterioso origen —el de los chistes, no el de Asimov— diciendo que formaban parte de un experimento llevado a cabo por una avanzadísima civilización extraterrestre, e incluso escribió un relato a partir de esta hipótesis.
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