El responsable original de la idea fue Franklin Roosevelt, que había dicho aquello de «en esta guerra, lo sabemos, los libros son armas», y que había establecido el Comité Interdepartamental para la Adquisición de Publicaciones Extranjeras, también conocido como IDC, que durante la guerra se encargó de recopilar documentos para usarlos para el espionaje. De esta forma, las típicas actividades de un bibliotecario, como pueden ser la adquisición de documentos o su catalogación, se llenaron de misterio e, incluso, de peligro.
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