Durante 12 años, en los 40 y 50, EEUU bombardeó sus aguas y las de un atolón vecino con 67 armas nucleares equivalentes a más de 7.000 veces Hiroshima. Este oscuro pasado dejó un legado devastador para los habitantes de Bikini, quienes han podido regresar a sus hogares. Sin embargo, también creó un santuario accidental: un lugar donde la vida silvestre está protegida por la propia toxicidad del área y donde no ha habido pesca durante casi 7 décadas. Se cree que el 90% de las poblaciones de peces del planeta han desparecido por la acción humana.
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