Habíamos sido pioneros en algo: el uso de iperita, el mortífero gas mostaza durante la guerra de Marruecos, cuando desde una avioneta se roció a los rifeños, que cayeron fulminados. El año: 1924, un año antes de la firma de «la prohibición del uso en la guerra de gases asfixiantes, tóxicos o similares y de medios bacteriológicos» en el Protocolo de Ginebra. El gas utilizado había sido producido en la «Fábrica Nacional de Productos Químicos», de La Marañosa, en San Martín de la Vega, Madrid.
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