Alfredo (nombre ficticio) se quejó ante sus nuevos jefes –la empresa Aralia Servicios– de los alimentos y bebidas que se dispensaban a los mayores. Se había “dejado de consumir pescado fresco, carne fresca” y, a su vez, alertó sobre “la mala calidad de la leche”. Tras esas y otras quejas y avisos, la dirección de la empresa sacó a Alfredo de la residencia y lo trasladó a otro centro.
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