El paso del tiempo solo hizo acrecentar la leyenda sobre su muerte, el enigma en torno a la trayectoria del proyectil que terminó con su vida, la presencia de una mujer que quiso acompañarlo hasta el final y la decisión que tomaron sus fieles soldados para que su cuerpo no cayese en manos enemigas. “Sin tropas regulares, ni armas ni dinero ni nada”. Cabalgaba triste y abatido al frente a sus hombres, que no llegaban a 200. Estaba enfermo de paludismo y lo atacaban vómitos de sangre.
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