Abre la boca

Entro a la sala con un poco de pavor. Pero ahí está ella: firme, decidida, recibiéndome con la mejor de sus sonrisas. Cuánto tiempo, dice, y tampoco creo yo que haya sido tanto. Lleva un vestido ceñido, que acentúa sus curvas. Ven conmigo, sígueme. Tus deseos son órdenes para mí, pienso, y la sigo por un estrecho pasillo. Puedes acomodarte, me dice, y me siento. Abre tu boca, dice, y se acerca. Mucho. Muchísimo. Cada vez más. Sonrío. Sonríe un poco más, añade. Lo hago encantado. Abre la boca más. Hasta que pueda ver todos tus dientes, hasta que pueda ver tu garganta. Imagino un beso, unos labios en unos labios: la felicidad. Entonces, empieza con la limpieza de dientes. El sonido es infernal y yo recuerdo que esta no es más que otra maldita visita a la dentista.