Ni se me oponga que, si la experiencia fuese tan constante,ya habría aquietado todas las contradicciones. Poco conoce la fuerza de las pasiones humanas quien juzga sólida esta réplica. Los que contradicen, o por una preocupación ciega, o por emulación, o por interés, o por envidia, rara vez se rinden aun a la misma evidencia: ni hay evidencia que cierre todas las puertas a un falso efugio, ni a mil objeciones sofísticas, en quien dominado de aquellas pasiones le busca [...].
En efecto algunas objeciones, que se hicieron contra la inoculación, fueron de las más ridículas del mundo. Ciertos presbiterianos rígidos lo hacían causa de Religión, asegurando que aquella práctica era opuesta a la soberanía y a los Decretos de Dios [...]. ¿En qué absurdos no precipita el ardor violento de una controversia? Entre cuantos pasan plaza de cuerdos en el mundo, no hay hombre alguno tan parecido a un loco como un disputante apasionado.
Teatro crítico universal. Padre Feijoo (1676-1764)