LITERATOS. Compartimos fragmentos.
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El hombre que se peleó consigo mismo, por Ulysses S. Grant

Bragg era un hombre notablemente inteligente y bien informado, tanto en lo profesional como en lo demás. También era particularmente recto. Empero, poseía un temperamento irascible y era de natural contestatario. Un hombre del más alto carácter moral y los hábitos más correctos, sin embargo en el viejo ejército acababa frecuentemente en algún problema. Como subordinado, siempre estaba atento para cazar a su oficial al mando abusando de sus prerrogativas; como comandante de guarnición era igualmente vigilante para detectar la más leve negligencia en los más triviales asuntos.

En el viejo ejército oí una anécdota muy característica de Bragg. En una ocasión, estando acuartelado en una guarnición con varias compañías bajo el mando de un oficial, él estaba al mando de una compañía, y a la vez ejercía de intendente. En aquel entonces era primer teniente, pero su capitán había sido apartado para otro menester. Como comandante de compañía hizo una solicitud al intendente (él mismo) de algo que quería. Como intendente, rechazó la solicitud y anejó en el dorso las razones. Como comandante de compañía respondió alegando que su solicitud no pedía sino lo que le correspondía, y que era el deber del intendente cumplirla. Como intendente, siguió insistiendo en que tenía razón. Con el negocio en estas condiciones, Bragg remitió el asunto al comandante de la guarnición. Éste, cuando vio la naturaleza del asunto que se le remitía, exclamó: "¡Por Dios, señor Bragg! ¡Se ha peleado usted con todos los oficiales del ejército, y ahora se pelea consigo mismo!"

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Aquí es imposible que haya una guerra

PABLO: ¿Aquí?

LUIS: Sí, esto podría ser un buen campo de batalla. En aquel bosquecillo está emboscada la infantería. Por la explanada avanzan los tanques. Los tanques y la infantería son alemanes. Y allí, en aquella casa que están construyendo, se han parapetado los franceses.

PABLO: Aquello va a ser el Hospital Clínico.

LUIS: Ya, ya lo sé.

PABLO: También habría nidos de ametralladoras.

LUIS: Sí, aquí, donde estamos nosotros. Un nido de ametralladoras de los franceses. (Gatean hasta la elevación por la que se han dejado caer. Imitan las ametralladoras) Ta-ta-ta-ta…

PABLO: Ta-ta-ta-ta…

LUIS: Primero avanzan los tanques. Es para preparar el ataque de la infantería… Alguno vuela por los aires, despanzurrado… ¿No lo ves?

(PABLO le mira, sorprendido).

LUIS: Aquel de allí… Es porque todo este campo está minado por los franceses… ¡Dispara, dispara, Pablo, que ya sale la infantería del bosquecillo! ¡Ta-ta-ta! ¡Ta-ta-ta!

PABLO: (Que se ha quedado mirando fijamente a LUIS). ¡Pero bueno, tú estás chalado perdido!

LUIS: (Suspende su ardor combativo). Hombre, no vayas a pensar que todo esto me lo creo.

PABLO: Pues lo parece.

LUIS: No es eso. Lo que quería explicarte es que si leo una novela de guerra, pues lo veo todo… Y luego, si salgo al campo, lo vuelvo a ver. Aquí veo a los soldados de El tanque número 13 y de Sin novedad en el frente, que también la he leído. Y lo mismo me pasa con las del Oeste o las policíacas, no te creas…

(Por la expresión de PABLO se entiende que no tiene muy buena opinión del estado mental de su amigo).

LUIS: (Se ha quedado un momento en silencio, contemplando el campo). ¿Te imaginas que aquí hubiera una guerra de verdad?

PABLO: Pero ¿dónde te crees que estás? ¿En Abisinia? ¡Aquí qué va a haber una guerra!

LUIS: Bueno, pero se puede pensar.

PABLO: Aquí no puede haber guerra por muchas razones.

LUIS: ¿Por cuáles?

PABLO: Pues porque para una guerra hace falta mucho campo o el desierto, como en Abisinia, para hacer trincheras. Y aquí no se puede porque estamos en Madrid, en una ciudad. En las ciudades no puede haber batallas.

LUIS: Sí, es verdad.

PABLO: Y, además, está muy lejos la frontera. ¿Con quién podía España tener una guerra? ¿Con los franceses? ¿Con los portugueses? Pues fíjate, primero que lleguen hasta aquí, la guerra se ha acabado.

LUIS: Hombre, yo decía suponiendo que este sitio estuviera en otra parte, que no fuera la Ciudad Universitaria, ¿comprendes? Que estuviera, por ejemplo, cerca de los Pirineos.

PABLO: ¡Ah!, eso sí. Pero mientras este sitio esté aquí es imposible que haya una guerra.

LUIS: Sí, claro. Tienes razón.

Las bicicletas son para el verano -Fernando Fernán Gómez

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Acerca del nacionalismo

El nacionalista es, por definición, un ignorante. El nacionalismo es la vía de menor resistencia, el camino fácil.

El nacionalista no tiene problemas. Sabe, o cree saber, cuáles son sus valores, es decir, los valores nacionales, es decir, los valores de la nación a la que pertenece, éticos y políticos. No está interesado en los demás, los demás no son de su incumbencia. Diablos, es otra gente (otras naciones, otras tribus). Ni siquiera hay que aprender nada acerca de ellos.

El nacionalista ve a los demás a su imagen y semejanza: como nacionalistas. Un punto de vista cómodo, como hemos señalado. Miedo y envidia. Un compromiso y una implicación que no requieren esfuerzo. No sólo el infierno son los demás, en clave nacional, por supuesto, sino también: todo lo que no es mío (serbio, croata, francés…) me resulta ajeno.

El nacionalismo es una ideología de la banalidad. Como tal, el nacionalismo es una ideología totalitaria.

Acerca del Nacionalismo - Danilo Kiš

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