Telipinu o de la solidaridad (fragmento)

Contexto adicional a El Edicto de Telipinu, rey de los Hititas. Es un fragmento de "Telipinu, o de la solidaridad" un artículo del grandísimo Mario Liverani dentro de su libro "Mito y política en la historiografía del Próximo Oriente Antiguo".

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LOS ACTOS SANGRIENTOS

La promulgación del Edicto vino precedida e inspirada por la protesta de una delegación de «hombres de los dioses» que se presentaron ante el rey para decirle:

Mira, la sangre está por doquier en Hattusha (A ii 33)

El rey convocó inmediatamente al tribunal o Asamblea (tuliya) (ver *¹), explicó sus razones, preparó sus medidas y promulgó las «nuevas» reglas de sucesión al trono.

Este fue el contexto del Edicto, un contexto evidentemente difícil para el rey puesto que hacía muy poco que había sido entronizado tras diversos episodios criminales. La opinión pública, o al menos los miembros de la corte y los habitantes de la capital, cuestionaban a Telipinu. Como mínimo la gente estaba confusa, así que organizaron y formalizaron su malestar a través de una delegación de «hombres de los dioses», es decir, unas personas consideras apropiadas para la grave tarea de enfrentarse al rey²⁸.

Telipinu aprovechó su posición como juez. Contestó transformándose de acusado en acusador, de alguien acusado de un crimen en un ser moralizante. Comparó su caso con una secuencia de casos anteriores similares. Luego trató de desviar la ira de la opinión pública hacia los otros casos, presentándose no como el último de una secuencia negativa, sino como el primero de una nueva secuencia positiva. Es muy probable que Telipinu acabara por imponerse a la población en general o al menos a una parte de della (veremos que su discurso iba dirigido sobre todo al sector cuyo apoyo quería ganarse). Pero al mismo tiempo nos permitía, a los historiadores posteriores, atisbar sus crímenes, que conocemos sólo gracias al Edicto.

Veamos ahora los cargos que se le imputaban, aunque sólo fuera como insinuaciones y sospechas. En primer lugar, está la acusación de haber exiliado al rey Huzziya y a sus cinco hermanos despojándoles de su estatus regio; en segundo lugar el asesinato de Huzziya y sus hermanos; y por último la muerte de la reina Ishtapariya y del príncipe Ammuna. La responsabilidad de Telipinu en estos hechos se insinúa en dos series de acontecimientos. Primero, parece claro que la opinión pública lo consideraba responsable. La delegación le acusó, obligando a Telipinu a defenderse mediante el Edicto. Menciona incluso los cargos y admite al menos una cierta connivencia. Segundo, resulta significativo que Telipinu incluya su propio caso en una secuencia de casos considerados claramente análogos, y al mismo tiempo admita sin problema la culpa de los reyes precedentes. En aquellos casos los reyes habían conocido una situación muy parecida a la que ahora se dirimía.

La defensa de Telipinu fue la siguiente: «es cierto, rebajé a Huzziya y le envié al exilio, pero tuve que hacerlo porque si no me habría asesinado. Por lo tanto, he llevado a cabo una "represalia preventiva" contra Huzziya, al haberlo sorprendido en el momento de cometer un crimen contra mí. Es más, se que Huzziya me habría matado, pero sólo le degradé, así que fui generoso»:

Que se vayan y se queden (allí), que coman y beban, que nadie les haga daño. Y repito: estos hombres me han lastimado, pero yo no los lastimaré (A ii 13-15, §23).²⁹

La acusación de haber conquistado el trono ilegalmente se transformó en un alarde de generosidad, benevolencia y tolerancia. Pero lo cierto es que con posterioridad Huzziya y sus hermanos fueron asesinados,³⁰ así que la defensa de Telipinu carecía de sentido para un observador imparcial.

La defensa de Telipinu contra los desarrollos posteriores fue que estaba ausente ocupado en la defensa de su país. No sabía lo que estaba pasando. La instigación y la ejecución debían atribuirse a otras personas. Aunque no pudo transformar la acusación en jactancia, al menos pudo alegar que no estuvo involucrado en los hechos. Pero parece evidente que sí hubo algún tipo de implicación. Cuando los auténticos ejecutores del crimen fueron acusados por el pankuš y condenados a muerte, Telipinu les concedió el perdón. Su complicidad era evidente, pero trató nuevamente de transformar la sospecha en alarde, y de nuevo en un alarde de generosidad, benevolencia y tolerancia. Renuente a matar aunque fuera para ejecutar legalmente a los culpables, ¿cómo podía sospecharse de la complicidad de Telipinu en un asesinato ilegal?³¹.

Telipinu se mostró muy evasivo respecto al tercer hecho, el asesinato de la reina y del príncipe. Quizás demasiado evasivo; ni siquiera admitió que fueran asesinados, sólo que «murieron» (A ii 32). Ahora bien, si su esposa e hijo hubieran sido asesinados por la facción rival, es evidente que no se habría mostrado tan evasivo. Al contrario, habría aprovechado la ocasión para protestar y acusar a su vez. O, si las muestres de la reina y del príncipe habían sido naturales, ¿cómo explicar la protesta de la delegación inmediatamente después de ese hecho? La sangre «está por doquier en Hattusha» no se refería ciertamente a unas muertes naturales. Es razonable suponer que a Telipinu no se le consideraba implicado en las muertes de Ishtapariya de Ammuna, la pareja clave para una posible transferencia del trono. Pero es probable que sus muertes ocurrieran de un modo tan sumamente misterioso (tal vez mediante métodos mágicos)³² que resultara imposible presentar acusaciones concretas. Así que Telipinu no tuvo que defenderse de esta acusación.

Estos son los argumentos que Telipinu utilizó para su defensa en relación con los episodios de los que se le hacía responsable. Pero desarrolló implícitamente otra línea de defensa más general, basándose en referencias similares. El asesinato de Huzziya por orden de su cuñado Telipinu tenía un paralelo en el asesinato de Mushili por orden de su cuñado Hantili. Los asesinatos de la reina Ishtapariya y de su hijo tenían un paralelo en los asesinatos anteriores de la reina Harapshili y de sus hijos. La pretendida «ignorancia» de Telipinu respecto al asesinato de Huzziya tenía como paralelo la «ignorancia» de Hantili del asesinato de Harapshili. La utilización de un ejecutor (Tanuwa) para asesinar a Huzziya también tenía paralelos en el pasado: más recientemente, el caso de los ejecutores Tahurwaili y Tarushhu, y antes Ilaliuma.

¿Por qué recordar estos episodios del pasado, sin duda no olvidados, que incluso podían haber provocado enemistades seculares? Parece que Telipinu pretendía sugerir, sin decirlo abiertamente, que aún en el caso de haber sido inculpado, sólo había hecho lo que otros muchos antes que él. Y si esos otros no habían sido inculpados, ¿porqué acusarle a él? Telipinu también sugería que si tantas personas habían actuado así había sido por motivos que trascendían lo personal. La causa debía buscarse en la organización institucional, no en las responsabilidades individuales. Por lo tanto había que cambiar las instituciones, no castigar al individuo. Por último, Telipinu venía a decir que, a diferencia de otros, él era bueno y generoso: «Yo perdono, yo no mato; yo no sabía, yo no estaba allí. Soy el menos culpable de todos, así que ¿por qué os ensañáis conmigo?». Para transmitir el significado de todo esto Telipinu se remitió a causas generales, sin afirmar nada de modo explícito. Al insertar su causa en una larga secuencia de casos parecidos, minimizó su responsabilidad y exageró la relevancia de las causas generales y los posibles remedios. Concretamente, consiguió neutralizar la indignación de la opinión pública, sin duda exacerbada a raíz del último crimen —es decir, su propio crimen— y desviarla contra sus predecesores, colocándose al lado de los acusadores y gritando más fuerte que nadie contra los fantasmas.

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²⁸. El procedimiento de presentar un asunto al rey a través de una delegación era algo habitual en el mundo hitita: KUB XL 62 + XIII 9: I 1-12 (Schuler, 1959,: 446-449) y §55 de las Leyes hititas.

²⁹. La fraseología de la generosidad deriva del Testamento de Hattushili (i 30-38, iii 20-22= Sommer, 1938: 6-7, 12-13), y de Forrer, 1926: n.º 10 (Schuler, 1959: 444).

³⁰. La interpretación opuesta de Hardy (1941:210), aún sostenida por Pugliese Carratelli (1958-1959: 107-109) —una conspiración contra Telipinu en beneficio de Huzziya— se basa en una lectura incompleta y ha quedado hoy excluida. Cavaignac (1930: 9-14) ya clarificó el relevante pasaje e identificó el rol de los ejecutores.

³¹. El argumento implícito de Telipinu es idéntico al argumento explícito que utiliza Hattushili III en su carta al rey de Babilonia en KBo I 10, Rs. 14-23 (véase especialmente su frase final: «Mirad, la gente no habituada a ejecutar a un reo, ¿cómo podría asesinar a un mercader?»).

³². Esta hipótesis explicaría la presencia del último párrafo del Edicto (50), donde se formulan las normas contra el uso de la hechicería en la familia real.

Liverani, M. Mito y política en la historiografía del Próximo Oriente Antiguo: Telipinu, o de la solidaridad. Bellaterra arqueología. pp. 62-65

*¹: En el ámbito hitita la discusión sobre el carácter de las asambleas gira en torno a dos términos: panku- y tuliya-. Estos dos vocablos, que los estudiosos entienden en unos casos como sinónimos y en otros como relativos a colectivos distintos, aparecen en particular en los documentos paleohititas. No hay unanimidad ni sobre el carácter preciso de sus competencias más allá del campo judicial o, concretamente, sobre su capacidad para limitar o compartir el poder detentado por el rey. El término tuliya- es el empleado en el bilingüe hurro-hitita de la Liberación para designar el lugar de «reunión» de los ancianos de Ebla. (Bárbara E. Soláns Gracia, Poderes colectivos en la Siria del Bronce Final. Tesis Doctoral. pp. 139-140)