Una vez, en la noche medieval, el vampiro había sido muy poderoso, y enormemente temido. Se lo había considerado anatema, y todavía lo era. La sociedad lo perseguía sin descanso.
Pero ¿son sus necesidades más sorprendentes que las necesidades de otros animales y hombres? ¿Son sus actos más horribles que los actos del padre que secó el espíritu de su hijo? Puede que el vampiro tenga un ritmo cardíaco más rápido y el pelo revuelto. Pero, ¿es peor que el padre que dio a la sociedad un hijo neurótico que se convirtió en político? ¿Es peor que el fabricante que creó una fundación con el dinero que hizo vendiendo bombas y cañones a nacionalistas suicidas? ¿Es peor que el destilador que dio licor adulterado para atontar más aún los cerebros de aquellos que, sobrios, son incapaces de pensar con propiedad? No, pido perdón por esta calumnia; ataco la bebida que me alimenta. Entonces, ¿es peor que el editor que llena las estanterías de deseos de muerte y lujuria? Realmente, mira en tu alma, ¿es el vampiro tan malo?
Sólo bebe sangre.