En Francia somos militares y somos ciudadanos, otro motivo de orgullo: ¡ser ciudadanos! Esto consiste, para los pobres, en sostener y conservar a los ricos en su poderío y ociosidad. Han de trabajar ante la majestuosa equidad de las leyes que prohíben, al rico como al pobre, acostarse bajo los puentes, mendigar en las calles y robar pan. Es uno de los beneficios de la Revolución. Como la Revolución fue hecha por tontos y por imbéciles, en provecho de los compradores de bienes nacionales, y en realidad sólo conduce al enriquecimiento de los aldeanos taimados y de los burgueses usureros, alzó con el nombre de igualdad el imperio de la riqueza, y entregó Francia a los hombres adinerados, que la devoran de un siglo acá. Son dueños y señores. El Gobierno aparente, compuesto de pobres diablos lastimosos y calamitosos, está sometido a los banqueros. En este país envenenado, de cien años a esta parte, a quien se apiada de los infelices se le supone traidor a la sociedad. Se juzga peligroso al miserable. Asimismo se han dictado leyes contra la indignación y la misericordia.
Anatole France, El lirio rojo (1894)