—Pero no temáis nada. En el plan de las cosas del Señor hay sitio para todo. Vosotros, los pobres humanos, tenéis vuestro lugar, y, si bien es humilde, seréis recompensados si lo ocupáis dignamente.
Se marchó con el aire de beatitud propio del Profeta del Señor y los dos seres humanos permanecieron solos, evitando mirarse.
—Vámonos a la cama, Mike, abandono —dijo Powell haciendo un esfuerzo
—Oye, Greg —dijo Donovan con voz ronca—, ¿no creerás que tiene razón en todo esto, verdad? Parece tan seguro de sí mismo que...
—No seas idiota —dijo Powell volviéndose rápido—. Ya te convencerás de que la Tierra existe cuando vengan los relevos la semana próxima y tengamos que regresar a escuchar el concierto.
—Entonces... ¡por la salud de Júpiter!, tenemos que hacer algo. —Casi lloraba—. No nos cree ni a nosotros, ni a los libros, ni a sus ojos.
—No —dijo Powell amargamente—. ¡Es un robot con razón, maldita sea, con sus propios postulados! Cree sólo en la razón, y esto tiene un inconveniente... —Su voz se desvaneció.
—¿Cuál es?
—Que por la fría razón y la lógica se puede probar cualquier cosa... si encuentras el postulado apropiado. Nosotros tenemos los nuestros y Cutie tiene los suyos.
—Entonces veamos estos postulados en seguida. La tempestad es mañana.
—Aquí es donde falla todo —dijo Powell con un suspiro de desaliento—. Los postulados están establecidos por la suposición y reforzados por la fe. Nada en el Universo puede conmoverlos. Me voy a la cama.
—¡Oh, demonios! ¡No puedo dormir!
—Yo tampoco. Pero siempre puedo intentarlo... por cuestión de principio.
Doce horas después el sueño seguía siendo esto, una cuestión de principio... inalcanzable, en la práctica.
Isaac Asimov, "Yo, robot" (1950). Relato corto titulado: "Razón".