Picnic extraterrestre o Picnic al lado del camino

—Por desgracia. O qué le parece esta definición hipotética: la razón es una especie de instinto complejo que aún no se ha formado del todo. Eso implica que la conducta instintiva es siempre natural y que persigue un fin. Dentro de un millón de años nuestro instinto habrá madurado y dejaremos de cometer los errores que probablemente debemos a la razón. Y entonces, si algo cambiara en el universo, todo; nos extinguiríamos..., precisamente porque habríamos olvidado cómo cometer errores, es decir, cómo intentar varios enfoques que no han sido estipulados por un programa inflexible de alternativas permitidas.

—Usted se las arregla para que suene despectivo.

—De acuerdo, probemos con otra definición, una muy noble y sublime. La razón es la capacidad de utilizar las fuerzas del medio sin destruir ese medio.

Noonan hizo una mueca y sacudió la cabeza.

—No, eso no se refiere a nosotros. ¿Qué le parece ésta? El hombre, a diferencia del animal, es una criatura dotada de una indefinible necesidad de conocimiento. Lo leí en alguna parte.

—Yo también. Pero el problema consiste en que el hombre común (ese en que usted piensa al hablar de «nosotros» y «los otros») supera con mucha facilidad esa necesidad de conocimiento. Ni siquiera creo que haya tal necesidad. La hay, sí, pero de comprender, y para eso no hace falta el conocimiento. La hipótesis de Dios, por ejemplo, nos proporciona una oportunidad incomparablemente absoluta de comprenderlo todo sin conocer nada. Da al hombre un sistema muy simplificado del mundo y explica todos sus fenómenos sobre la base de ese sistema. Esa clase de enfoques no requiere conocimiento de ninguna especie. Sólo unas pocas fórmulas aprendidas de memoria, más lo que la gente llama intuición y lo que llama sentido común.

—Un momento —dijo Noonan.

Terminó su cerveza y depositó ruidosamente la jarra sobre la mesa. Después contestó:

—No se salga del tema. Volvamos al tema de nuestra conversación. El hombre se encuentra con una criatura extraterrestre. ¿Cómo descubren ambos que los dos son criaturas racionales?

—No tengo la menor idea —dijo Valentine, con gran placer—. Todo lo que he leído sobre ese tema cae en un círculo vicioso. Si son capaces de establecer contacto, son racionales. Y viceversa; si son racionales son capaces de establecer contacto. Y en general: si una criatura extraterrestre tiene el honor de dominar una psicología humana, es racional. Una cosa así.

—¿Ah, sí? ¡Y yo creía que ustedes tenían todo bien acomodado, cada cosa en su casillero!

—Los monos también pueden poner cosas en casilleros —replicó Valentine.

—No, espere —exclamó Noonan, sintiéndose defraudado por algún motivo—. Si no saben cosas tan simples como ésa... Bueno, al diablo con la razón. Por lo visto es un verdadero pantano. Okey, pero ¿qué pasa con la Visitación? ¿Qué piensa usted de la Visitación?

—Será un placer. Imagine un picnic.

Noonan se estremeció.

—¿Qué dijo?

—Un picnic. Imagine un bosque, una pradera. Un coche sale de la ruta y se de él baja un grupo de gente joven, con botellas, cestos de comida, radios a transistores y máquinas fotográficas. Encienden fuego, arman carpas, ponen música. Por la mañana se marchan. Los animales, los pájaros y los insectos que los han estado observando horrorizados durante la larga noche vuelven a salir de sus escondrijos. ¿Y con qué se encuentran? Nafta y aceite derramados en el pasto. Válvulas y filtros usados, estropajos, bombitas quemadas y alguna llave inglesa que alguien olvidó. Manchas de aceite en el estanque. Y también, por supuesto, las basuras de costumbre: corazones de manzana, envolturas de caramelos, restos chamuscados de la hoguera, latas, botellas, un pañuelo, una navaja, periódicos destrozados, monedas, flores marchitas recogidas en otra pradera.

—Ya entiendo; un picnic junto al camino.

—Precisamente. Un picnic junto a algún camino del cosmos. Y usted pregunta si van a volver.

—Déjeme fumar un cigarrillo. ¡Maldita sea esta seudociencia! Lo había imaginado todo muy distinto.

—Está en su derecho.

—Eso significa que ni siquiera repararon en nosotros.

—¿Por qué?

—Bueno al menos que no nos prestaron atención.

—En su lugar, yo no me preocuparía por eso, ¿sabe?

Noonan aspiró el humo, tosió y arrojó el cigarrillo.

—No me preocupo —dijo, terco—. No puede ser así. ¡Malditos sean todos ustedes, los científicos! ¿De dónde sacan tanto disgusto con respecto al hombre? ¿Por qué tratan siempre de poner a la humanidad por el suelo?

—Un momento —dijo Valentine—. Escuche: —y citó—: «¿Me Pregunta usted en qué consiste la grandeza del hombre? ¿En que recrea la naturaleza? ¿En que domina las fuerzas cósmicas? ¿En que conquistó el planeta en poco tiempo y abrió una ventana al universo? ¡No! En que, a pesar de todo eso, ha sobrevivido y tiene intenciones de seguir sobreviviendo en el futuro».

Hubo un silencio. Noonan pensaba.

Arkadi y Boris Strugatsky, "Picnic extraterrestre" o "Picnic al lado del camino."