-Creo que la vida te resulta tan complicada porque piensas que hay gente buena y gente mala -empezó el hombre-. Pero te equivocas, desde luego. Únicamente hay gente mala, lo que pasa es que algunas personas ocupan posiciones enfrentadas.
Hizo un gesto en dirección a la ciudad, y se acercó a una ventana.
-Es un inmenso mar de maldad -dijo, casi como hablando de una propiedad suya-. Poco profundo en algunas zonas, claro, pero enorme, terriblemente profundo en otras. Siempre hay gente como tú que construye frágiles barquitas de normas e intenciones vagamente buenas, y decís que eso es lo bueno, lo que triunfará al final. ¡Es increíble!
Dio una amable palmadita a Vimes en la espalda.
-Ahí abajo -siguió-, hay gente que seguirá a culaquier dragón, que adorará a cualquier dios, que cerrará los ojos a cualquier iniquidad. Aceptarán toda maldad cotidiana. No es la maldad creativa, aguda, de los grandes pecadores, sino una especie de oscuridad masiva de las almas. Pecado sin originalidad, se podría decir. Aceptan el mal, no porque digan sí, sino porque dicen no. Lo lamento si esto te ofende -añadió, dando unas palmaditas en el hombro del capitán-, pero los que son como tú nos necesitan.
-¿Sí, señor?
-Oh, sí. Somos los únicos que sabemos hacer funcionar las cosas. Verás, lo único que hacen bien las personas buenas es librarse de las malas. Eso lo hacéis de maravilla, desde luego. El primer día suenan las campanas porque ha caído el tirano, y al siguiente todo el mundo empieza a quejarse porque, desde que se fue el tirano, no funciona el servicio de recogida de basuras. Porque la gente mala sabe hacer planes. se podría decir que es un requisito imprescindible para ser malo. Hasta el último tirano malévolo ha tenido un plan para dominar el mundo. En cambio, la gente buena no parece comprender el concepto.
(¡Guardias! ¡Guardias! Terry Pratchett).