Una mujer sin importancia

MISTRESS ALLONBY.––¡Salud! Horrible palabra.

LORD ILLINGWORTH.––Una palabra tonta en nuestro idioma; todos saben muy bien cuál es la idea corriente sobre la salud. El caballero rural inglés galopando tras un zorro... Lo inexplicable persiguiendo a lo incomible.

KELVIL.––¿Puedo preguntarle, Lord Illingworth, si considera usted la Cámara de los Lores como una institución mejor que la Cámara de los Comunes?

LORD ILLINGWORTH.––Una institución mucho mejor, desde luego. Nosotros, los miembros de la Cámara de los Lores, nunca estamos en contacto con la opinión pública. Eso nos hace ser más civilizados.

KELVIL.––¿Habla usted en serio al decir eso?

LORD ILLINGWORTH.––Completamente en serio, míster Kelvil. (A mistress Allonby.) ¡Qué costumbre tiene la gente hoy día de preguntar, cuando uno expone una idea, si habla en serio o no! Nada es serio excepto la pasión. La inteligencia no es una cosa seria, nunca lo ha sido. Es un instrumento en el que se toca, eso es todo. La única inteligencia seria que yo conozco es la británica. Y sobre ella los ignorantes tocan el tambor.

LADY HUNSTANTON.––¿Qué dice usted de tambor, Lord Illingworth?

MISTRESS ALLONBY.––Al invernadero. Lord Illingworth me ha dicho esta mañana que hay allí una orquídea tan bella como los siete pecados capitales.

LADY HUNSTANTON.––Querida, espero que no haya nada de eso. Ciertamente tendré que hablar con el jardinero. (Salen mistress Allonby y Lord Illingworth.)

LADY CAROLINE.––Gran mujer mistress Allonby.

LADY HUNSTANTON.–– A veces se deja llevar por su lengua inteligente.

LADY CAROLINE.––¿Es la única cosa por la que mistress Allonby se deja llevar, Jane?

LADY HUNSTANTON.––Supongo que sí, Caroline; estoy segura. (Entra Lord Alfred.) Querido Lord Alfred, únase a nosotros. (Lord Alfred se sienta junto a lady Stutfield.)

LADY CAROLINE.––Crees bueno a todo el mundo, Jane. Ése es un gran error.

LADY STUTFIELD.––¿Cree usted realmente, lady Caroline, que deberíamos creer malo a todo el mundo?

LADY CAROLINE.––Creo que es mucho más seguro, lady Stutfield. Eso, naturalmente, hasta llegar a saber que la gente es buena. Pero tal cosa, hoy día, requiere mucha investigación.

LADY STUTFIELD.––¡Hay escándalos tan horribles en la vida moderna!

LADY CAROLINE.––Lord Illingworth me dijo anoche durante la cena que la base de todo escándalo es una certeza completamente inmoral.

KELVIL.––Lord Illingworth es, desde luego, un hombre muy brillante, pero me parece que no tiene esa hermosa fe en la nobleza y la pureza de la vida que tan importante es en nuestro país.

LADY STUTFIELD.––Sí, es muy importante, ¿verdad?

KELVIL.––Me da la impresión de ser un hombre que no aprecia la belleza de nuestra vida doméstica inglesa. Se diría que está influido por las erróneas ideas extranjeras sobre esa cuestión.

LADY STUTFIELD.––No hay nada, nada como la belleza de la vida doméstica, ¿verdad?

KELVIL.––Es el fundamento del sistema moral inglés, lady Stutfield. Sin ella nosotros seríamos como nuestros vecinos.

 

Oscar Wilde, “Una mujer sin importancia.”