No voy a pretender describir aquí a Lluís Bargalló. No soy el adecuado, ni podría, ni creo que deba. Pero si quiero dejar una pequeña nota sobre qué fue para mi, y una anécdota de cómo llegué a verle en persona.
Lluís Bargalló, para mi, ha sido uno de los últimos artistas. Un gentleman. Uno de esos que puedes decir "se hizo a si mismo". Su vida, explicada por él mismo, es tan completa que cada una de sus facetas podría cubrir la vida completa de otra persona.
Pero ante todo, para mi, ha sido un artista. Sin más. Sin menos. De esos que ya no hay.
Yo también soy artista, pero de los de nueva generación. Voy camino de los 40 años y vivo bastante bien del arte. Lo he mezclado con la ciencia en un combo peculiar y el resultado va funcionando. No me puedo quejar. Pero apartando todo lo digital que se pide/exige hoy día, en mi casa vuelvo al arte más puro como forma de tener el cerebro sano, y poder afrontar de una manera, creo que mejor, el arte digital. El ordenador no deja de ser un sitio frío con un interfaz horrible si se le compara con el tacto físico de los materiales de dibujo y pintura tradicionales. Cuanto más me gusta el 3D más me gusta la acuarela.
Y cada vez que pienso en acuarelas es imposible no pensar en Lluís Bargalló. Tengo una habitación llenos de scalextric. Que entraron por mis ojos de niño a través de las ilustraciones que Lluís hacía. Se movían por la caja. Olían. Derrapaban. Era algo increíble. Esas cajas eran la introducción a algo mágico como era el scalextric. Hoy lo llamamos slot. Pero en los catálogos de el elcorteinglés era scalextric. Páginas y páginas a color con los últimos modelos. Precedidas de las páginas de Ibertrén. Y sin yo saberlo ya era un niño apasionado del arte de Lluís.
Con los años fui atando cabos, y ya en mis treinta y muchos, como un colegial a la entrada de un concierto de sus ídolos, le envié un email, de artista principante a ARTISTA. Era un mail cobarde porque lo hice pensando que me quitaba la espinita pero que no respondería.
Pero lo hizo.
Y del acojone que me entró tardé semanas en reaccionar. Cuando lo hice le pedí disculpas y le dije que estaría encantado de aceptar su generosa oferta de visitar su estudio para conocernos.
Y eso hice. Ya no recuerdo si tren o avión, pero fui hasta Barcelona. Al llegar al portal... temblaba.
Me abrió la puerta su mujer, y caminando por un piso enorme, oscuro, lleno de cuadros, lienzos, pliegos, ... llegamos a una sala donde un enorme (en todos los sentidos) Lluís estaba frente a su mesa, con su cristal con acuarelas (yo también uso de tabla un cristal, pensé... ) Hizo el ademán de levantarse pero es un tipo enorme. Muy mayor. Pero de buen ánimo.
Estaba allí con sus acuarelas. Es divertido ver a un tío tan grande, que fue boxeador, con unas manos enormes, sujetando unos pinceles tan finitos, haciendo unos trazos precisos y delicados...
Me atendió como si yo fuera una importante visita. Me explicó su vida. Apasionante. Me enseñó sus obras, impresionantes "Nena, saca las acuarelas de tal y cual"..... "nena, saca las acuarelas de esto y lo otro"... decía él desde su silla mientras la mujer iba sacando carpetas y carpetas, para que él no se levantase.
Me reconoció que le "agradaba" y sorprendía una visita de un artista. Que solía recibir muchos fans de los juguetes cuyas cajas ilustró. Pero que no le resultaba frecuente tener una conversación sobre pinceles y papeles. No se cuantas horas estuvimos. Fueron muchas. Hubiera querido alguna más.
Durante la conversación me dijo; "para lo que me queda de vida (quejándose de los actos sociales) lo único que quiero es estar aquí tomando café y pintando". Estoy seguro de que lo hizo hasta el final.
Creo que la guinda final, para entender el tipo de personaje que es LLuís (me cuesta hablar en pasado de un artista como él,... puesto que de alguna manera vive en sus obras...) fue cuando me quiso enseñar sus ilustraciones digitales. Me imaginaba que en algún sitio de la sala habría una wacom cintiq o equivalente. Ja!!! Su mujer apartó unos papeles de un viejo monitor CRT. Encendió el PC. Lluís se movió lenta y pesadamente a la silla frente el ordenador. Cogió de un manotazo el ratón. No atinaba a abrir ningún programa. La mujer abrió el paint.... EL PAINT. Y de repente LLuís, con EL RATÓN, empezó a hacer un trabajo de manchas tan apabullante, que lo único que podía pensar es que yo acababa de fundirme 3000 euros en una Cintiq nueva para agilizar mi trabajo. Tenía delante a un señor con un ratón de los viejos, en el paint, haciendo un óleo.
Gracias por todo Lluís Bargalló.