Las calles ilegibles

Hubo un tiempo en el que yo me creía capaz de leer las calles de Londres. Me creía capaz de escudriñar sus rampas y pasajes, sus depósitos humeantes, y hallar algún sentido a las cosas. Pero ahora ya no me creo capaz. O bien he perdido la capacidad, o tal vez las calles se estén volviendo más difíciles de leer. O ambas cosas. No puedo leer libros, que se supone son fáciles, fáciles de leer. Nada de extraño, entonces, que no pueda leer las calles, que, como todos sabemos, son difíciles y duras —revestidas de metal, reforzadas con macizo hormigón armado—. Y cada vez más difíciles, más duras. Analfabetas ellas mismas, las calles son ilegibles. Sencillamente, ya no se dejan leer.

----------

Después del estupendo experimento del otro día, vuelvo a omitir libro y autor a ver qué nos va saliendo en las inteligencias artificiales o en las nuestras propias.

Lo pondré en un par de días.