— ¡Mírate, Winters! —le gritó, mientras se lo lanzaba a las manos.
Y Winters miró.
Vio el rostro que casi había olvidado, su rostro cuando era joven. La nariz era más carnosa; los ojos, más brillantes y distintos en alguna forma vaga. Aquí y allá quedaban unas cuantas líneas: las marcas de la experiencia, que nunca serían borradas. Contempló incrédulo el oscuro cabello, el grueso cuello; palpó los firmes y redondeados músculos de sus brazos. Miró interrogativamente los rostros divertidos de los cuatro. Un escalofrío de esperanza, tan vago que apenas podía definirlo, corrió a través de él. ¿Qué es lo que Ponceón había dicho sobre la inmortalidad? Se humedeció los secos labios.
—Es... ¿Me hiciste... inmortal?
Ponceón rio en voz alta.
—Mejor que eso, Winters. ¡Te hicimos joven!
— ¿Pero cómo? ¿Qué medios pudiste emplear?
—Es sencillo. Incluso en tus tiempos hubiese resultado sencillo, tedioso de desarrollar, pero simple teóricamente. Hibridamos tus células.
— ¿Qué quieres decir?
— ¿Entiendes algo de biología?
—En mis tiempos sí. Lo que se conocía en mi siglo.
—Entonces sabrás que una raza de células o cualquier tipo de vida protoplasmática tiende a adelgazar y morir después de un cierto tiempo. Usualmente es acompañado o medido por la cantidad de materia inorgánica en el contenido físico. También sabrás (es un principio antiguo) que infundir nueva vida en la vieja consiste en producir una nueva raza híbrida, una raza joven con un ciclo completo de vida ante sí.
Winters frunció el ceño reflexivamente. Después asintió.
—En el cuerpo hay doscientas setenta especies de células, de tipos suficientemente diferenciados como para soportar una clasificación sistemática. En este laboratorio tenemos cultivos de cada una de ellas creciendo en tubos de ensayo. Todo lo que hicimos contigo y con Pondero fue insertar en el lugar adecuado de vuestros cuerpos una pequeña partícula de cada uno de los doscientos setenta tipos de estructura celular. La naturaleza ha hecho el resto y todo tu cuerpo está ahora cubierto de nuevas células frescas y vigorosas. ¡Te dije que era sencillo!