"El radicalismo de la selección natural reside en su poder para destronar algunas de las comodidades más profundas y tradicionales del pensamiento occidental, en particular la noción de que la benevolencia, el orden y el buen diseño de la naturaleza, con los humanos en una cima sensata de poder y excelencia, prueba la existencia de un creador omnipotente y benevolente que nos ama por encima de todo (la versión teológica a la antigua), o al menos que la naturaleza tiene direcciones significativas, y que los humanos encajan en un patrón sensato y predecible que regula la totalidad (la versión moderna y más secular).
Frente a estas creencias, la selección natural darwiniana presenta la postura más contraria imaginable. Sólo una fuerza causal produce el cambio evolutivo en el mundo de Darwin: la lucha inconsciente entre organismos individuales por promover su propio éxito reproductivo personal; nada más, y nada superior (ninguna fuerza, por ejemplo, trabaja explícitamente por el bien de las especies o la armonía de los ecosistemas). Richard Dawkins reduciría el foco de la explicación un paso más allá, a los genes que luchan por el éxito reproductivo dentro de cuerpos pasivos (organismos) bajo el control de los genes, una idea hiperdarwinista que considero una caricatura lógicamente errónea y básicamente estúpida de la intención genuinamente radical de Darwin.
Los mismos fenómenos que los puntos de vista tradicionales citan como prueba de benevolencia y orden intencional -el buen diseño de los organismos y la armonía de los ecosistemas- surgen mediante el proceso de selección natural de Darwin sólo como consecuencias secundarias de un principio causal singular de significado aparentemente opuesto: los organismos luchan sólo por sí mismos. (El buen diseño se convierte en una vía hacia el éxito reproductivo, mientras que la armonía de los ecosistemas registra un equilibrio competitivo entre vencedores). El sistema de Darwin debe considerarse moralmente liberador, no cósmicamente deprimente. En cualquier caso, las respuestas a las preguntas morales no pueden hallarse en la facticidad de la naturaleza, así que ¿por qué no darse el "baño frío" de reconocer que la naturaleza no es moral y no está construida para responder a nuestras esperanzas? Después de todo, la vida existió en la Tierra durante 3.500 millones de años antes de que llegáramos nosotros; ¿por qué deberían los caminos causales de la vida coincidir con nuestras prescripciones sobre el significado o la decencia humana?"
Stephen Jay Gould, "Fundamentalismo darwiniano".
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