Miro mis pulgares juntos. Al mismo tiempo que pienso en ti comienzan a acariciarse instintivamente. Se pasan por encima, por el lado. Se acarician como cuerpos completos.
Confieso que en la oscuridad veo tu luz. Imagino un cuerpo que se mueve entre las sombras. Permanezco inmóvil, mi rostro no se aprecia. ¿Estaré perplejo? Mejor no saber para que tengan cabida todas las posibilidades, todo lo que quiero vivir contigo.
Labios suaves, intensos al chocar. Labios rosados, bien perfilados por Miguel Ángel. Esa curva, esa sonrisa. Me he roto tantas veces y recompuesto en cada instante que olvido quien soy, me haces descansar de mí mismo.
Me recuerdas que todo lo que existe merece la pena. Que la armonía siempre es perfecta y que sólo hace falta dos notas bien certeras para crearla. Que el Universo es música silenciosa, y que en el hay milagros, pues aquí estás tú.
Improviso y desvarío. ¿Qué me sucede? Bien lo sabemos. Me estremezco y sonrío. Río de sangre soy por dentro, otra carne cuando te encuentro. Mis días han cambiado de tono desde que descubrí tu color. Aquí sucede algo, y no temo. Aquí pasa algo que nadie más puede sentir y descubrir como lo estamos viviendo tú y yo.
Levanta conmigo el mundo. Pues de ti estoy aprendiendo que es posible. Juntos, cómo cambia su significado desde que estás.
Esto es real, y a mi edad. Sigo descubriendo, aprendiendo de tus ojos, de las palabras y de tu cuerpo. Ahora ya no soy nadie, ahora soy como el Universo, y dentro te tengo a ti entre nebulosas y conciertos.