No hay estrellas de Jesucristo. No hay constelaciones de la Trinidad. No hay nebulosas de San Pedro, ni de San Juan. No hay planetas del Espíritu Santo. No existe semejante cosa.
Sólo las estrellas fueron fieles, y no hay constelación del cristo ni de santo alguno, ni se plegaron a la nueva religión ni a la nueva norma.
Los astrónomos, al contrario de los geógrafos, supieron mantenerse firmes en la defensa de los viejos dioses y los viejos mitos.
Los astrónomos fueron la única raza de hombres inmunes a la presión de su entorno. Sólo pro eso, quizás, vale la pena estudiar sus elípticas ecuaciones.
El siglo de las luces. Alejo Carpentier.