Se estremece al pensar en cómo los menospreciaba. En que al final ya sólo veía sus defectos, debilidades y carencias, todo aquello en lo que no estaban a la altura de sus exigencias. Unas exigencias que iban cambiando precisamente para que los alumnos nunca pudieran satisfacerlas, porque Samuel vivía muy cómodo en la indignación. La indignación era una emoción muy fácil de sentir, el refugio perfecto para alguien que no quería trabajar demasiado. Porque su vida en el verano de 2011 no lo llenaba y no iba a ninguna parte y todo eso lo indignaba muchísimo. Estaba indignado con su madre por haberse marchado, indignado con Bethany por no quererlo e indignado con sus alumnos por ser ignorantes incorregibles. Había optado por la indignación porque era mucho más fácil que el trabajo necesario para evitarla. Culpar a Bethany por no quererlo era mucho más fácil que practicar la introspección necesaria para comprender qué cosas lo convertían en alguien indigno de ser amado. Culpar a sus alumnos por su falta de inspiración era mucho más fácil que asumir el trabajo necesario para inspirarlos. Y un día tras otro, era mucho más fácil apalancarse delante del ordenador que enfrentarse a su existencia estancada, enfrentarse de verdad al agujero que su madre había dejado en su interior al abandonarlo. Y si optas por la solución fácil todos los días, al final se convierte en un patrón de comportamiento, y los patrones se convierten en tu vida.
El Nix. Nathan Hill.