El cálculo de Dios

Hollus y yo regresamos a mi despacho.

—Lo que defiende —dije— es un lugar especial en el cosmos para la humanidad y otras formas de vida.

El alienígena arácnido maniobró su masa hacia un lado de la habitación.

—Ocupamos un lugar especial —dijo.

—Bien, no sé cómo se produjo el desarrollo de la ciencia en Beta Hydri III, Hollus, pero aquí en la Tierra siguió una estructura de destronamientos sucesivos de cualquier posición especial. Mi propia cultura pensaba que el mundo se encontraba en el centro del universo, pero eso resultó estar equivocado. También creíamos que habíamos sido creados completos por Dios a su imagen, pero resultó ser falso. Cada vez que creíamos que había algo especial sobre nosotros, o nuestro planeta o sol, la ciencia mostraba que nos equivocábamos.

—Pero las formas de vida como nosotros son realmente especiales —dijo el forhilnor—. Por ejemplo, todos tenemos más o menos una masa en el mismo orden de magnitud. Ninguna de las especies inteligentes, incluyendo aquellas que habían abandonado sus mundos, tenían cuerpos adultos cuya media de masa fuese inferior a cincuenta kilos o por encima de quinientos kilos. Todos tenemos, más o menos, dos metros de largo en nuestra dimensión mayor… en realidad, la vida civilizada no podría existir muy por debajo del metro y medio.

Intenté de nuevo arquear las cejas.

—¿Por qué tendría que ser eso cierto en la Tierra?

—Es cierto en todas partes, no sólo en la Tierra, porque el fuego sostenible más pequeño es de aproximadamente cincuenta centímetros de diámetro, y para manipular un fuego necesitas algo mayor. Sin fuego, claro, no hay metalurgia, y por tanto, tampoco hay tecnología sofisticada. —Una pausa, una sacudida—. ¿No lo comprende? Todos evolucionamos para tener el tamaño adecuado para usar el fuego… y ese tamaño está situado directamente en el medio logarítmico del universo. En su extensión máxima, el universo es como cuarenta órdenes de magnitud mayor que nosotros, y su constituyente más pequeño es cuarenta órdenes de magnitud más pequeño que nosotros. —Hollus me miró y se agitó de arriba abajo—. Nos encontramos efectivamente en el centro de la creación; evidente si sabes mirar.

Robert J. Sawyer, "El cálculo de Dios."