—Nosotros —dijo Wilf—, somos acólitos.
—Del Gran Cthulhu —dijo Seth, con orgullo.
—¿Ah, sí? —dijo Ben—. ¿Y eso en qué consiste exactamente?
—Ahora invito yo —dijo Wilf—. Esperad —Wilf fue hasta la camarera y regresó con otras tres pintas—. Bueno —dijo—, ahora, técnicamente, consiste en poca cosa. La verdad es que el acolitar no es lo que se podría llamar un empleo laborioso en plena temporada de mucho trabajo. Eso se debe, por supuesto, a que él está dormido. Bueno, no está exactamente dormido. Sino más bien, si se quiere poner un matiz más sutil, muerto.
—«En su morada de R’lyeh, Cthulhu muerto sueña» —interpuso Seth—. O, como dice el poeta, «Que no está muerto lo que puede yacer eternamente…»
—«Pero tras incontables eones…» —salmodió Wilf.
—…y por Incontables quiere decir muchísimos…
—Exacto. No estamos hablando de los típicos evos en absoluto.
—«Pero tras incontables eones, incluso la muerte puede morir.»
Ben se sorprendió un poco al descubrir que parecía estar bebiéndose otra pinta con cuerpo de la Vieja Peculiar de Shoggoth. No sabía por qué, pero el sabor a cabra fétida era menos desagradable en la segunda pinta. También estaba encantado de descubrir que ya no tenía hambre, que los pies ampollados habían dejado de dolerle y que sus compañeros eran hombres encantadores e inteligentes, cuyos nombres le estaba costando mantener separados. No tenía la suficiente experiencia con el alcohol para saber que ése era uno de los síntomas de estar con la segunda pinta de la Vieja Peculiar de Shoggoth.
—Así que ahora mismo —dijo Seth o tal vez Wilf—, el negocio es más bien ligero. Consiste principalmente en esperar.
—Y rezar —dijo Wilf, si no era Seth.
—Y rezar. Pero muy pronto todo eso cambiará.
—¿Sí? —preguntó Ben— ¿Cómo es eso?
—Bueno —le confió el más alto—, cualquier día de éstos, el Gran Cthulhu (actualmente fallecido de forma pasajera), que es nuestro jefe, se despertará en su especie de vivienda submarina.
—Y entonces —dijo el más bajo—, se desperezará y bostezará y se vestirá…
—Probablemente irá al váter, no me sorprendería en absoluto.
—Quizá lea los periódicos.
—… y cuando haya hecho todo eso, saldrá de las profundidades del océano y devorará el mundo entero.
Ben encontró que aquello era inexplicablemente divertido [...]
Apenas se acordaba de la conversación que siguió. Recordaba que se había acabado la pinta y que sus nuevos amigos le habían invitado a hacer un recorrido a pie por el pueblo y le habían mostrado los diversos lugares de interés, «ahí es donde alquilamos los vídeos y aquel edificio grande que hay al lado es el Templo sin Nombre de los Dioses Innombrables y los sábados por la mañana hay un mercadillo de beneficencia en la cripta…»
Les explicó su teoría de la guía del viaje a pie y les dijo, emocionado, que Innsmouth era tanto pintoresco como encantador. Les dijo que eran los mejores amigos que había tenido jamás y que Innsmouth era delicioso. A la luz pálida de la luna casi llena, sus dos nuevos amigos se parecían increíblemente a ranas enormes. O tal vez a camellos.
Los tres caminaron hasta el final del muelle oxidado y Seth y/o Wilf le mostraron a Ben las ruinas de la Hundida R’lyeh en la bahía, visible bajo el mar a la luz de la luna, y a Ben le invadió algo que, según explicó una y otra vez, era un ataque de mareo repentino e imprevisto y vomitó largo y tendido por encima de las rejas metálicas al mar negro de abajo…
Después, todo se volvió un poco raro.
Fragmento del relato La Vieja Peculiar de Shoggoth, de Neil Gaiman (1998)