Visitaba a menudo las caballerizas de palacio. Y pensé un día que también era mi deber visitar nuestras pocilgas.
Y pensé, tras la vista, que todo iría mejor si mejoraba las condiciones de vida de los cerdos. Y así decidí hacer pocilgas más grandes, y en vez de desperdicios, mandé que dieran de comer a los cerdos los mejores manjares de palacio.
¿Y qué tuve? Cerdos.
Y en vez de cantar, como yo esperaba, siguieron gruñendo.
Ciudadela. Antoine de Saint Exupery.