El primer detalle que aprendí de Johnny Cactus era que hablaba raro.
- El mundo es un zapato –decía.
- Estás elegante como un tiralíneas –decía.
- Tenía el corazón en un cajón – decía.
- Tengo la cabeza como un biombo –decía.
- No voy a ir, por si las muescas –decía.
La tradición de las frases hechas le traía sin cuidado. La teoría que desarrollé, con el tiempo, era que lo hacía por miedo a lo ordinario, a cualquier tipo de rutina. Era escritura automática. Refranero surrealista. El resto del mundo repetimos las frases hechas y los juegos de palabras sin firmarlos. Los manoseamos y guardamos bien envueltos, por eso cuando llega el momento de prestárselos a alguien tienen la misma forma aburrida de siempre.
Johnny Cactus quería que incluso sus frases hechas fuesen exclusivas. Únicas. Nuevas, estrenadas en aquel momento, como un juguete acabado de comprar.
- Es más pesado que una casa en brazos –decía.