Manuel miró por encima del ovalado jardín con sus grupos de esbeltos árboles y su arenoso suelo compactado. Había acudido allí para contemplar la luz, había pensado en ello todo el día. Era algo que tenías que mirar atentamente. El eclipse del sol por Júpiter había llegado, trayendo consigo resplandores ambarinos, y se había perdido el cambio. Gutiérrez siguió hablando:
—Cada civilización, hasta ahora, ha evolucionado debido a sus contradicciones internas…, conflictos interiores que han forzado el cambio. El capitalismo actuó por contradicción para producir el socialismo…, era inevitable.
—Hummm. —Estaba contemplando la luz.
—Los marxistas creyeron que, bajo el socialismo, terminarían la alienación y la lucha de clases. Ignoraban el hecho de que el modelo dialéctico del cambio nunca predijo un fin de las contradicciones, o de la evolución. El socialismo requiere una burocracia, y eso significa una clase administrativa. Los administradores se enfrentaron a un problema que el marxismo nunca discutió: lo bien que trabaja el socialismo frente al capitalismo. ¿Cuál es el bien de ser exactamente igual a todos los demás, si eso significa que tienes que ser pobre? El último siglo nos enseñó, o mejor dicho, le enseñó a la Tierra, que el socialismo es menos eficiente que el capitalismo en la producción de bienes.
—Hummm.
—Así que para impedir que el socialismo se hundiera en el lodo, los burócratas tenían que promover la expansión…, fuera del planeta, al sistema. Pero el socialismo es una necesidad histórica que surge cuando alcanzas una cierta densidad de población. Una vez la gente se dispersa… —Abrió las manos—. La densidad de población en los nuevos mundos es baja, por supuesto. La dinámica de la economía los empuja a adoptar medidas individualistas, capitalistas. Deben hacerlo, para sobrevivir y prosperar en lugares duros. Así que la contradicción interna del socialismo es que debe expandirse para hacer frente a sus propias ineficiencias. La expansión, sin embargo, produce capitalismo en las fronteras. Tu Asentamiento es en realidad una pequeña unidad capitalista comunal. Interactúa con la Tierra a través de un mercado, no mediante edictos.
Llegó el camarero, y Manuel tomó ansiosamente su copa. Aquello era peor de lo que había pensado que sería. El camarero depositó el ron, y Gutiérrez le corrigió.
—No era ron adopolc para mí —dijo amable pero severamente—. Yo quería ponche de vino.
—Está bien —dijo Manuel—. Yo tomaré ese ron. Yo lo pagaré. Tráigale lo que pida, por favor.
—Lo que había pedido —corrigió Gutiérrez.
El camarero regresó rápidamente con el ponche de vino. Permanecieron sentados en silencio, uno bebiendo la fría, broncínea, finamente texturada infusión, con su aroma a malta y su regusto dulzón y fermentado; el otro alzó la copa caliente y bebió la mitad de un largo trago, haciendo oscilar su nuez de Adán. Manuel esperó que no hubiera mucho más de teoría social…, todo aquello sonaba como mera charla terrestre. Sabía que Gutiérrez era influyente, y resultaba desconcertante que el hombre prestara atención a un petro-trabajador de un oscuro Asentamiento. Estaba el asunto del Alef, pero Manuel se negaba a hablar de eso, y esperaba que todo el mundo lo hubiera olvidado ya.
—Y ahí reside la auténtica comedia —prosiguió Gutiérrez, recogiendo el hilo como si no se hubiera producido ninguna interrupción—. ¿Entiendes? Los marxistas siempre supusieron que el siguiente paso completaría el ciclo de contradicción y cambio. ¡Es tan divertido! Puesto que no podían imaginar ningún otro cambio más allá del socialismo, supusieron, sin pensar, que no habría ninguno. No se dieron cuenta de que el modelo dialéctico no predice una Revolución Final. Desde una perspectiva materialista, nunca hay necesidad de una Revolución Final. Hay en cambio un equilibrio entre las dos formas. Así que ahí tenemos a la humanidad, con un refinado y humanitario socialismo, en el viejo y atestado núcleo. Y el capitalismo brotando como mala hierba en los bordes.
Gregory Benford, "Contra el infinito."