Es cierto que ella era y es todavía una mujer muy hermosa. Tenía un canal tan profundo a lo largo de la espalda que el sudor descendía hasta sus nalgas sin que se le mojara ni el vestido ni el cinturón. También ella era rara. No acabó nunca de aprender a ser amable ni siquiera consigo misma —lo más elemental de la vida—. Pero siempre fue como la esencia de un perfume caro que quema todo lo que toca. En realidad, como todas las mujeres juiciosas, tenía un coño extraordinariamente estúpido.
Paisaje pintado con té. Milorad Pavic.