Y cuando al caer la tarde
quedaba sólo un juglar
pensaron que ya era tarde
para aprender a cantar,
y prefirieron silbar
las canciones que ese día
cada uno componía
a solas en su rincón.
¿Les faltaba entonación?
Ni entonación ni canciones:
les faltaban los cojones
para hacer oír su voz.
Hombres, cadáveres y fantasmas. Feindesland. 1997.