"Formaba parte del decoro de la Muerte el que llegara sin heraldos, con el rostro cubierto y las manos ocultas, a la hora en que menos se la esperaba. Podía venir lenta y suavemente, como su hermano el Sueño, o rápida y violenta, como la consumación del acto del amor, haciendo del momento de la rendición quietud y saciedad en vez de separación desgarradora del espíritu y la carne."