Cuando hablo del paisaje de Galicia con otros compañeros no gallegos (arquitectos, urbanistas, paisajistas) y se me escapa la palabra “feísmo” me miran desconcertados y, normalmente, me la hacen repetir. ¿Pero de qué me hablas? Sé que lo que viene a continuación es una larga explicación por mi parte, que no siempre llega a buen puerto a menos que pueda enseñarles un par de fotos. Lo cierto es que, como tantas cosas en Galicia, incluso con las fotos y la larga explicación, la realidad de nuestra tierra a veces es difícil de entender para el que no es de este país.
Les resulta incomprensible que sean gallegas la mitad de las entidades de población de España cuando su superficie no llega al 6% del total nacional, que sea la parroquia la verdadera unidad territorial sin ser el gallego particularmente más religioso que el andaluz o el vasco, o que el conocido “por min, que chova” (que se suele ver como sumisión) sea un acto de rebeldía. El que, además, exista un concepto ¿arquitectónico? ¿urbanístico? ¿decorativo? llamado “feísmo” aplicado al paisaje ya supera su capacidad de intentar ponerse en nuestro lugar.