La morfina altera el ciclo de expansión y contracción, descarga y tensión. Se desactiva la actividad sexual, se inhibe la peristalsis, las pupilas dejan de reaccionar ante la luz y la oscuridad. El organismo no se contrae ante el dolor, ni se expande ante las fuentes de placer habituales. Se adapta a un ciclo propio de la morfina. El adicto es inmune al aburrimiento. Es capaz de estarse mirando la punta de los zapatos durante horas, o de permanecer simplemente en la cama. No necesita contactos sexuales, ni sociales, tampoco trabajo, diversión, ejercicio..., no necesita nada excepto morfina.
Foto: Richard Avedon
William S. Burroughs (1914-1997) es una figura legendaria de la literatura norteamericana del siglo XX, un escritor comparado con Villon, Rimbaud y Genet. Tanto su vida como su obra, de un pesimismo total y un sombrío sentido del humor, reflejan una actitud de rebelión permanente contra la sociedad convencional. Homosexual, drogadicto durante muchos años, amigo e ídolo de Kerouac y Ginsberg, se le considera el gran «gurú» de la generación beat, pese a su negativa a ser incluido en ella.