Frases y fragmentos de libros
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Proverbio árabe

"La palabra dentro de ti es tu esclava, fuera de ti, tu dueña."

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Cita de Noam Chomsky

"La estructura de las creencias es tan fuerte que permite que algunos tipos de violencia se justifiquen o ni siquiera sean considerados como violencia. Así, vemos que no se habla de asesinados sino de bajas, y que no se menciona la guerra sino la lucha por la libertad."

Noam Chomsky

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La carga

Un beduino viajaba, montado en un camello cargado de trigo. En el camino

encontró a un hombre que le hizo mil preguntas sobre su país y sus bienes.

Después le preguntó en qué consistía la carga de su camello.

El beduino mostró los dos sacos que colgaban a una y otra parte de la silla

de su montura:

"Este saco está lleno de trigo y este otro de arena."

El hombre preguntó:

"¿Hay alguna razón para cargar así tu camello con arena?"

El beduino:

"No. Es únicamente para equilibrar la carga."

El hombre dijo entonces:

"Hubiese sido preferible repartir el trigo entre los dos sacos. De ese modo,

la carga de tu camello habría sido menos pesada.

¡Tienes razón! exclamó el beduino, eres un hombre con una gran agudeza

de pensamiento. ¿Cómo es que vas así a pie? Monta en mi camello y dime:

siendo tan inteligente ¿no eres un sultán o un visir

?-No soy ni visir ni sultán, dijo el hombre. ¿No has visto mi vestimenta?"

El beduino insistió:

"¿Qué clase de comercio practicas? ¿Dónde está tu almacén? ¿Y tu casa

?-No tengo ni almacén ni casa, replicó el hombre.

-¿Cuántas vacas y camellos posees

?-¡Ni uno solo!

-Entonces ¿cuánto dinero tienes? Porque gozas de una inteligencia tal que

podría, como la alquimia, transformar el cobre en oro.

-Por mi honor, ni siquiera tengo un trozo de pan que comer. Voy con los

pies descalzos, vestido de harapos, en busca de un poco de comida. Todo lo que

sé, toda mi sabiduría y mi conocimiento, ¡todo eso no me trae más que dolores

de cabeza!"

El beduino le dijo entonces:

"¡Márchate! ¡Aléjate de mí para que la maldición que te persigue no recaiga

sobre mí! Déjame irme por ese lado y toma tú la otra dirección. Más vale

equilibrar el trigo con arena que ser tan sabio y tan desventurado. Mi idiotez es

sagrada para mí. ¡En mi corazón y en mi alma está la alegría de la certeza!"

Cuento sufí

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Santiago Ramón y Cajal

"Razonar y convencer, ¡qué difícil, largo y trabajoso! ¿Sugestionar? ¡Qué fácil, rápido y barato!”

Santiago Ramón Y Cajal

Médico y escritor español

(1852-1934)

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«El cementerio de los dioses»

«El cementerio de los dioses»

 Como la otra vida es una especie de ajuste de cuentas, podríamos pensar que no están incluidos los animales, que no son responsables de sus actos. Menos mal que sería una equivocación. La otra vida habría sido una etapa muy solitaria sin animales, y hemos descubierto la agradable realidad de que el más allá está lleno de perros, mosquitos, canguros y muchas otras criaturas. Después de llegar y echar un vistazo, resulta obvio que todo lo que existió antes disfruta de una segunda vida.

  Empiezas a darte cuenta de que el regalo de la inmortalidad se aplica también a todo aquello que creamos. La otra vida está llena de teléfonos móviles, tazas, adornos de porcelana, tarjetas de visita, candelabros, dianas. Las cosas que fueron destruidas en el pasado -barcos atacados, ordenadores desechados, muebles rotos- regresan en perfecto estado a la otra vida. Todo lo creado por nosotros puede acompañarnos en la otra vida, en contra de la advertencia de que no podemos llevárnoslo con nosotros. Todo lo creado sobrevive.

  Esta norma se aplica, sorprendentemente, a todas las creaciones, no sólo a los objetos materiales, también a conceptos mentales. Así que junto con los objetos, en la otra vida nos acompañan los dioses creados por nosotros. A solas en una cafetería, es perfectamente posible que te encuentres con Resheph, el dios semítico de las plagas y la guerra. De la frente le sale una cabeza de gacela y mira por la ventana a los viandantes con aire de nostalgia. En un pasillo del supermercado tal vez veas al dios babilonio de la muerte, Nergal, al griego Apolo o al védico Rudra. De igual forma contemplarás a los dioses de las llamas y las lunas, a la diosa de la sexualidad y la fertilidad, a los dioses de los caballos de guerra caídos en la batalla y los esclavos fugados dentro del centro comercial. A pesar de ir vestidos de incógnito, se les detecta fácilmente por su enorme tamaño y por otras características como cabezas de león, multiples brazos o colas de reptil.

  Están solos debido, en gran medida, a que han perdido público. Solían curar enfermedades, actuar como intermediarios entre los vivos y los muertos y repartir cosechas, protección y venganza entre sus fieles. Ahora ya nadie sabe ni cómo se llaman. Ninguno pidió que lo crearan, y así y todo se encuentran atrapados aquí para toda la eternidad. Sólo rara vez se produce un resurgimiento localizado de la creencia en algún dios antiguo, una pequeña reunión de seguidores, pero son arrebatos que no suelen durar mucho. Los dioses saben que están atascados aquí con la mano de cartas que les ha tocado en suerte: una personalidad vengativa, ojos que echan fuego, familias con problemas de adaptación y la eternidad en sus manos.

  Cuando empiezas a mirar a tu alrededor, te das cuenta de que hay miles. El dios azteca Mictlantecuhtli, el dios mono chino Sun Wukong, el noruego Odín. En la otra vida, en la guía telefónica aparecen dioses como la Serpiente del Arcoiris de los aborígenes australianos, el dios prusiano Zempat, el sorbiano Berstuk, el algonquino Gitche Manitou, el sardinio Maymon o el tracio Zibelthiurdos. De igual forma, en un restaurante es posible participar sin quererlo de la fría relación existente entre la diosa babilonia del mar, Tiamat, y el dios de las tormentas, Marduk, que una vez la partió en dos. Ella picotea del plato y contesta con secos monosílabos a los intentos de él de entablar una conversación.

  Algunos de los dioses están relacionados entre sí; otros tienen genealogías imposibles de seguir. Tienen en común que son proclives a rechazar la morada gratuita que se les ofrece en la otra vida, aunque nadie sabe muy bien por qué. Lo más probable es que sea porque les cuesta aceptar la idea de descender al nivel de aquellos que en su día se arrodillaban ante ellos para adorarlos.

  Así, por las noches, solos y sin hogar, se reúnen a las afueras de la ciudad y se echan a dormir sobre grandes praderas verdes. Si te interesa la historia y la teología, disfrutarás recorriendo estos campos sembrados de dioses, este silencioso espectáculo horizontal de deidades abandonadas dispuestas en hileras irregulares en punto de fuga. Aquí es posible que te topes con el Bathalang Maykapal de los tagalogs y su principal enemigo, el dios lagarto Bakonawa; como ya no le importa a nadie si se pelean o no, ahora se sientan a compartir una botella de vino. Te encuentras al dios de la luz, Atea, del archipiélago Tuamotu, y a su hijo, Tane, que en sus buenos tiempos arrojó contra su padre los rayos de su antepasado Fatutiri; ahora toda la familia está reunida. Sus vendettas están apagadas y parece difícil que puedan cobrar vida de nuevo. Mira, allí está Tawhirimatea, el dios maorí de las tormentas y los vientos, que se pasó la vida castigando a sus hermanos dioses por separar a sus padres, Rangi y Papatuanuku; como ya no hay público, se le han terminado los vientos y juega a las cartas con sus hermanos bajo un despejado cielo. Más allá se puede ver a Khonvoum, el dios supremo de los pigmeos bambuti, sujetando su arco fabricado con dos serpientes. Cree que todavía puede aparecerse a los humanos como un arco iris. Aquí está el dios del fuego de los shinto, Kagu-tsuchi, cuya madre murió abrasada al dar a luz; la única prueba que queda ahora de aquel fuego es un ligero olor a quemado.

  Como si se tratara de un museo, estos campos de dioses, esta enciclopedia pastoral de la mitología, es un testamento de la creatividad humana y la cosificación. Los antiguos dioses están acostumbrados a vernos por aquí; los nuevos están molestos por lo rápidamente que han pasado de la veneración y el martirio al abandono y el turismo.

  Aunque los dioses han elegido voluntariamente congregarse aquí fuera, la verdad es que no se soportan mutuamente. Se sienten confusos, porque se han encontrado aquí, en la otra vida, pero en lo más profundo de su ser creen que están al mando. Salen a la superficie por su agresividad y todavía quieren reclamar su supremacía sobre los demás. Pero aquí ya no están en lo alto de la jerarquía, sino que sufren hombro con hombro en la hermandad del abandono.

  Hay sólo una cosa que aprecian de la otra vida. Debido a su famoso carácter vengativo y a su creatividad en el arte de la tortura, están muy impresionados con esta versión del Infierno.»

David Eagleman

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Citas de Cioran

Todo acto de valentía es obra de desequilibrados. Los animales, normales por definición, son siempre cobardes, salvo cuando saben que son mas fuertes, lo cual es la cobardía misma.

Un hombre que se precie no tiene patria. Una patria es un engrudo.

Hay que estar chiflado para lamentarse de la desaparición del hombre, en lugar de entonar un: ¡ya era hora¡

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Dar y Perder la Vida (Relato macabro)

Hace muchos años, cuando trabajaba como voluntario en un hospital, conocí a una niñita llamada Liz, que sufría de una extraña enfermedad. 

Su única oportunidad de recuperarse era una transfusión de sangre de su hermano de 5 años, quien había sobrevivido a la misma enfermedad y había desarrollado los anticuerpos necesarios para combatirla.

El doctor explicó la situación al hermano de la niña, y le preguntó si estaría dispuesto a darle su sangre.

Yo lo vi dudar por un momento antes de tomar un gran suspiro y decir:

“Sí, lo haré si eso salva a Liz”.

Mientras la transfusión se hacía, él estaba acostado en una cama al lado de la de su hermana, muy sonriente, mientras nosotros los asistíamos y veíamos regresar el color a las mejillas de la niña.

De pronto, el pequeño se puso pálido y su sonrisa desapareció. Miró al doctor y le preguntó con voz temblorosa: 

“¿A qué hora empezaré a morir?”

No había comprendido al doctor: pensaba que tendría que darle toda su sangre a su hermana, y aun así había aceptado.

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El mono juez

Un lobo denunciaba a una zorra con la acusación de robo; ésta decía que no tenía nada que ver con el asunto. Entonces el simio se sentó entre ellos en calidad de juez. Después de que uno y otro expusieran su causa, se dice que el simio pronunció esta sentencia: «Tú no pareces haber perdido lo que pides; en cuanto a ti, creo que has robado lo que alegremente niegas»

Esopo

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Cita de Michel Onfray

En nombre de qué, de quién, podemos asumir el deber de amar al prójimo si es abominable? ¿Qué se puede alegar para convencer a la víctima de amar a su verdugo? ¿Que es una criatura de Dios, como yo, y las vías del Señor que lo conducen a hacer el mal son inescrutables? Eso vale para los que se consagran a las pamplinas cristianas, pero, ¿y para los demás, los que viven inmunes a esas fábulas? ¿Qué extraña perversión podría, pues, conducir a este mandato inaudito: amar al autor del suplicio que nos destruye? Auschwitz muestra los límites de esta ética: interesante en el papel, pero inútil para la vida.“

Michel Onfray

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Sobre la astucia

La astucia es el oscuro santuario de la incapacidad.

(Felipe Stanhope de Chesterfield)

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Charles Bukowski

Necesito verte, pero no te veo.

Necesito escucharte, pero no te escucho.

Necesito tocarte, pero no te toco.

Necesito pensarte...¡y es lo único que hago!

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La balanza y la escoba

Un día, un hombre fue a la joyería y dijo al joyero: -Quisiera pesar este oro. Préstame tu balanza. El joyero respondió: -¡Lo siento de veras, pero no tengo pala! -¡No, no! -dijo el hombre-, ¡yo te pido tu balanza! El joyero le dijo: -¡No hay escoba en este almacén! -¿Estás sordo? -dijo el hombre- ¡Te pido una balanza! El joyero nuevamente respondió:

-He oído muy bien. No estoy sordo. No creo que mis palabras estén desprovistas de sentido. Veo bien que careces de experiencia y que, al pesar tu oro, vas a dejar caer algunas partículas al suelo. Entonces me dirás:

"¿Puedes prestarme una escoba para que pueda recuperar mi oro?"

¡Y cuando lo hayas barrido, me preguntarás si tengo una pala! Yo veo el fin desde el principio. ¡Recurre a algún otro!"

Cuento sufí.

Yalāl ad-Dīn Muhammad Rūmī - Mathnawi”

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Cantares

Aquellos que quieren cantar siempre encuentran una canción

Proverbio Sueco

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Los seis ciegos y el elefante

Había una vez seis hindúes ciegos de saber que quisieron conocer qué era un elefante. Como no podían ver, quisieron averiguarlo a través del tacto.

El primero en indagar, llegó junto al elefante y se chocó con su duro lomo y dijo: “Es duro y liso como una pared”.

El segundo, tocó el colmillo, y gritó: “Ya veo, el elefante es tan agudo como una lanza”.

El tercer hombre tocó la trompa y dijo: “Ya sé, el elefante es como una serpiente”.

El cuarto tocó su rodilla y dijo: “Veo que el elefante es como un árbol”.

El quinto sabio se acercó a la oreja y dijo: “El elefante es como un abanico”.

Finalmente, el sexto tocó la cola del animal y dijo: “está claro que el elefante es como una soga”.

Así es como los sabios comenzaron a discutir y pelearse por ver quién estaba en lo cierto. Cada uno con su propia opinión, y todos tenían parte de razón, pero solo conocían un fragmento de la realidad.

 

Cuento atribuido a un sufí persa del siglo XIII conocido como Rumi

(Reflexionar acerca de la incapacidad de los seres humanos para comprender todos los planos de la realidad y una enseñanza acerca de la riqueza que supone tener diferentes perspectivas sobre un mismo asunto.)

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Carcel y amigos

Para saber quiénes son tus amigos, haz que te metan en la cárcel.

Charles Bukowski

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Lo que, al morirse, dijo un genovés a su alma

Un día hablaba el Conde Lucanor con su consejero Patronio y le contaba lo siguiente:

-Patronio, gracias a Dios yo tengo mis tierras bien cultivadas y pacificadas, así como todo lo que preciso según mi estado y, por suerte, quizás más, según dicen mis iguales y vecinos, algunos de los cuales me aconsejan que inicie una empresa de cierto riesgo. Pero aunque yo siento grandes deseos de hacerlo, por la confianza que tengo en vos no la he querido comenzar hasta hablaros, para que me aconsejéis lo que deba hacer en este asunto.

-Señor Conde Lucanor -dijo Patronio-, para que hagáis lo más conveniente, me gustaría mucho contaros lo que le sucedió a un genovés.

El conde le pidió que así lo hiciera.

Patronio comenzó:

-Señor Conde Lucanor, había un genovés muy rico y muy afortunado, en opinión de sus vecinos. Este genovés enfermó gravemente y, notando que se moría, reunió a parientes y amigos y, cuando estos llegaron, mandó llamar a su mujer y a sus hijos; se sentó en una sala muy hermosa desde donde se veía el mar y la costa; hizo traer sus joyas y riquezas y, cuando las tuvo cerca, comenzó a hablar en broma con su alma:

»-Alma, bien veo que quieres abandonarme y no sé por qué, pues si buscas mujer e hijos, aquí tienes unos tan maravillosos que podrás sentirte satisfecha; si buscas parientes y amigos, también aquí tienes muchos y muy distinguidos; si buscas plata, oro, piedras preciosas, joyas, tapices, mercancías para traficar, aquí tienes tal cantidad que nunca ambicionarás más; si quieres naves y galeras que te produzcan riqueza y aumenten tu honra, ahí están, en el puerto que se ve desde esta sala; si buscas tierras y huertas fértiles, que también sean frescas y deleitosas, están bajo estas ventanas; si quieres caballos y mulas, y aves y perros para la caza y para tu diversión,  y hasta juglares para que te acompañen y distraigan; si buscas casa suntuosa, bien equipada con camas y estrados y cuantas cosas son necesarias, de todo esto no te falta nada. Y pues no te das por satisfecha con tantos bienes ni quieres gozar de ellos, es evidente que no los deseas. Si prefieres ir en busca de lo desconocido, vete con la ira de Dios, que será muy necio quien se aflija por el mal que te venga.

»Y vos, señor Conde Lucanor, pues gracias a Dios estáis en paz, con bien y con honra, pienso que no será de buen juicio arriesgar todo lo que ahora poseéis para iniciar la empresa que os aconsejan, pues quizás esos consejeros os lo dicen porque saben que, una vez metido en ese asunto, por fuerza habréis de hacer lo que ellos quieran y seguir su voluntad, mientras que ahora que estáis en paz, siguen ellos la vuestra. Y quizás piensan que de este modo podrán medrar ellos, lo que no conseguirían mientras vos viváis en paz, y os sucedería lo que al genovés con su alma; por eso prefiero aconsejaros que, mientras podáis vivir con tranquilidad y sosiego, sin que os falte nada, no os metáis en una empresa donde tengáis que arriesgarlo todo.

Al conde le agradó mucho este consejo que le dio Patronio, obró según él y obtuvo muy buenos resultados.

Y cuando don Juan oyó este cuento, lo consideró bueno, pero no quiso hacer otra vez versos, sino que lo terminó con este refrán muy extendido entre las viejas de Castilla:

El que esté bien sentado, no se levante.

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El entrecano (Esopo)

Un hombre con canas tenía dos amantes, una joven y otra vieja. La de más edad, avergonzada de tener trato con uno más joven que ella, no dejaba, cuando venía a estar junto a sí, de arrancarle los pelos negros. La más joven, tratando de disimular que tenía un amante viejo, le arrancaba los blancos. Y así, depilado por tumo a manos de una y otra, llegó a quedarse calvo.

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El lobo y la grulla

A un lobo se le clavó en la garganta el hueso que había devorado; vencido por el intenso dolor, empezó a tentar a unos y a otros con un premio, para que le extrajeran la causa de su mal. Finalmente, la grulla se dejó persuadir por sus juramentos y, confiando la longitud de su cuello a la garganta del lobo, le aplicó una terapia arriesgada para ella misma. Al [10] reclamar el premio pactado a cambio de ésta, el lobo dijo: «Eres ingrata; has sacado la cabeza intacta de mi boca y todavía reclamas la paga.»

Esopo

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Cita sobre la libertad

"La libertad del individuo no es un regalo de la civilización.

Era mayor antes de haber cualquier civilización"

Sigmund Freud

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Cuento de Navidad

"Honraré la Navidad con todo mi corazón y procuraré observar su espíritu todo el año. Viviré en el pasado, en el presente y en el futuro. Los espíritus de los tres actuarán dentro de mí. No cerraré los oídos a las lecciones que ellos me enseñen. ¡Ay, dime que puedo borrar lo que está escrito en esta lápida"

Ebenezer Scrooge, “Canción de Navidad”, Charles Dickens.

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Manuel Rivas – ‘Contra todo esto’

¿Qué es ‘Todo Esto’?

Todo Esto es descivilización.

Todo Esto es retroceso y rearme.

Todo Esto es la producción de miedo para poner en cuarentena derechos y libertades.

Todo Esto es la sustracción de la democracia.

Todo Esto es la producción de grietas de desigualdad.

Todo Esto es el desmantelamiento de los espacios comunes.

Todo Esto es la producción del odio hacia el otro, al diferente.

Todo Esto es el machismo como sistema.

Todo Esto es la guerra contra la naturaleza y la caza de los ecologistas.

Todo Esto es la domesticación intelectual.

Todo Esto es la indiferencia y el cinismo.

Todo Esto es paraísos fiscales, corrupción sistémica, una mezcla de la economía gris y la criminal.

Todo Esto es la creciente mercantilización y burocratización de la enseñanza.

Todo Esto es desmemoria, o peor aún, contramemoria.

 

En la Oficina de ‘Todo Esto’, un concierto de manos muy visibles, hábiles en lo suyo como croupiers en el casino de ‘Todo Esto’, componen la gran mano invisible que mueve los hilos y toca teclas para mantener ‘Todo Esto’.

Siento vergüenza. La vergüenza te ayuda a ver. No es un desenlace, es el principio. La vergüenza abre paso a la esperanza. La esperanza no se espera. Hay que arrancársela de los brazos al conformismo.

Siento esperanza.  Manuel Rivas.

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El secreto del agitador (Karl Kraus)

"El secreto del agitador es volverse tan estúpido como sus oyentes, de forma que estos se crean tan inteligentes como él."

Contra los periodistas y otros contras (Karl Kraus)

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La compasión - Martin Luther King

“La verdadera compasión es más que arrojar una moneda a un mendigo; llega a ver que un edificio que produce mendigos necesita una reestructuración”.

Martin Luther King

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Alí en el país de las maravillas

“La verdad es que estamos llegando a un punto en que tendremos que empezar a escuchar más a nuestras conciencias y menos a nuestros políticos.”

Alberto Vázquez-Figueroa - Alí en el país de las maravillas

 

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Cuento - Aprendiendo a decir adiós

Hace años, durante una visita a mi casa, al rabino Carlajeb, contó este profundo relato.

Hace tiempo, el Rey de la Tristeza quería ver si todo estaba bien en el mundo. Quería, principalmente, ver si todos sus súbditos estaban tristes, porque la persona que está realmente triste, es la más feliz ante la presencia de otras tristes almas.

El Rey de la Tristeza visitó su reino completo y descubrió que el mundo entero se sentía miserable. Ni una sola persona estaba contenta o satisfecha. El rey no podría haber estado más feliz.

Sin embargo, mientras regresaba a su ciudad capital, el rey vio algo sumamente desconcertante y terrible. A la distancia estaba un hombre sentado en un porche roto y viejo, sobre una silla vieja y desvencijada, con nada más que sobras de comida frente a él, las cuales estaban en un viejo y quebrado plato. Este hombre estaba cantando y tocando la guitarra. ¡Sin duda alguna, este hombre estaba feliz! 

El rey se quedó anonadado y temeroso, porque sabía demasiado bien que una persona feliz podía destruir completamente su reino. Sabía que tenía que observar a este hombre, pues nadie excepto él mismo era capaz de realizar estas labores. La tristeza debía ser cuidada a todo costo.

El rey se disfrazó con harapos y acercó al hombre, diciendo:

-No creo que nos hayamos conocido. ¿Quién eres?

El hombre contestó:

-Todos me conocen. Soy El Gran Arreglador. Yo voy por las calles del mudo gritando: ¡soy El Gran Arreglador! Háganme entrar a sus destruidos hogares, sus destruidas vidas, sus corazones rotos. No te preocupes por el costo. Tan sólo unos centavos son suficientes para comprarme un pequeño festín, porque uno debe festejar a cualquier costo.

El rey estaba alterado. Sabía que la gente triste nunca festejaba. La comida ha perdido su sabor para el corazón entristecido. Él sabía que su reino estaría en riesgo si la gente comenzaba a festejar a pesar de estar sentados en sus derruidos porches, sobre sus resquebrajadas sillas, alimentando sus rotos corazones y comiendo sobras.

El rey diseño un plan. Al siguiente día, cuando El Gran Arreglador comenzó a caminar por las calles invitando a la gente a darle entrada a sus vidas rotas, alguien gritó desde una ventana:

-¿Qué te sucede? ¿No sabes que el rey decretó que arreglar es ahora ilegal?

La situación se veía difícil para El Gran Arreglador, pero sin duda alguna, una persona no puede estar feliz sin un pequeño festejo. Por lo tanto, El Arreglador se acercó a un hombre que cortaba madera y le preguntó si podía realizar su trabajo por algunos centavos. El hombre estuvo de acuerdo, y aquella noche, después de comprar una pequeña porción de la comida más barata disponible, El Arreglador hizo una fiesta.

El rey apareció en la casa del Arreglador y lo vio cantando. Estaba intrigado, y por lo tanto le preguntó:

-¿Qué hay de nuevo?

El Arreglador contestó que el rey estaba loco, porque había prohibido arreglar.

El rey dijo:

-Si eso es así ¿Por qué estás cantando? ¿Por qué tienes un festín?

El arreglador le dijo que había encontrado un trabajo como leñador, y que había hecho tan buena labor, que había sido invitado al siguiente día para ganarse unos cuantos centavos más.

Al siguiente día, cuando El Gran Arreglador se acercó al hombre para el cual cortaba leña, lo encontró en estado de desmayo.

-Siento mucho tener que decirte esto, pero recién me enteré que el rey emitió un nuevo decreto prohibiendo el corte de leña. Tendrás que irte.

La situación se veía mal para El Gran Arreglador, pero se rehusó a darse por vencido, y pensó para sí mismo: “tengo que seguir andando por las calles del mundo buscando algo más para hacer, para poder hacer mi festejo”.

El arreglador estaba de camino, cuando vio una rica y hermosa mujer barriendo su porche, vestida con sus mejores ropas. El Arreglador le preguntó por qué estaba haciendo eso, y ella respondió que su sirvienta la había abandonado. El Arreglador ofreció hacer este trabajo a cambio de unos cuantos centavos, y esa noche, el festejo fue definitivo.

El rey, nuevamente disfrazado, apareció una vez más en medio de la comida y le preguntó al Arreglador:

-¿Cómo le haces? Pensé que cortar la leña estaba prohibido.

El Arreglador contestó:

-Tienes razón. El rey está más loco que nunca, por lo que hoy encontré un nuevo trabajo: barro pisos.

Por supuesto que El Arreglador llegó al siguiente día para encontrarse con que barrer había sido prohibido.

Esto fue seguido de prohibiciones para hornear, hacer jardinería, pintar y construir. Lo que fuera que encontraba El Arreglador para hacer, inmediatamente lo prohibía el rey y al siguiente día. Muy pronto el reino estaba en ruinas.

Sin embargo, El Arreglador se rehusaba a desesperarse. Había que encontrar la manera de ganarse unos centavos.

Decidió que no tenía más remedio que unirse al ejército del rey. Los soldados siempre eran necesarios, y a pesar de que generalmente se les pagaba quincenalmente, El Arreglador fue capaz de convenir un contrato especial con el capitán del rey, que le permitía recibir algunos centavos cada noche. Ser soldado (y matar) era lo más lejano al carácter de El Arreglador, pero decidió que podía marchar todo el día de un lado al otro batiendo su espada, pretendiendo ser leal al rey. Cada día recibía sus centavos, y en la noche se sentaba en su pequeño festejo.

Un día, el rey estaba revisando a sus tropas, y vio a un hombre marchando con una sonrisa en el rostro. Esa noche, una vez más disfrazado, se acercó a El Arreglador durante su festejo y le preguntó:

-¿Cómo le hiciste?

El Arreglador le respondió:

-El rey está más loco que nunca, su reino se está destruyendo, pero un arreglador siempre encuentra la manera. Negocié con el capitán y ahora tengo la seguridad de un festejo cada noche. Puedo batir mi espada como el mejor de ellos.

Por supuesto que el Rey de la Tristeza estaba furioso. Le prohibió al capitán pegarle a El Arreglador cada noche, y una vez más este tuvo que cambiar sus hábitos.

Ese día, mientras estaban marchando, El Arreglador pasó por una tienda de empeño y tuvo una idea. Después de las maniobras, fue a la tienda a cambiar su espada. ¡Recibió suficiente dinero para festejar por años!

Sin embargo, los soldados deben tener una espada. El Arreglador encontró un pedazo de madera delgada y la cubrió con papel de plata. La colocó en su lugar y regresó a la diaria rutina de marchar con los dolados.

El siguiente día, el rey, vistiendo las ropas de un soldado común, se acercó a El Arreglador. Riendo, El Arreglador le dijo cómo había ganado una vez más la partida al rey: empeñando su espada.

El rey estaba encantado de escuchar esto, ya que la ley del país establecía que cualquier soldado sin espada sería condenado a muerte. El rey diseñó un plan.

Fue con el capitán para saber quién sería ejecutado ese día, y le dio instrucciones al capitán para que hiciera que El Arreglador fuera quien ejecutara al criminal. El rey estaría presente, y todos verían la caída de El Arreglador.

Una gran multitud se había reunido en el lugar de la ejecución, con el Rey de la Tristeza sentado en lo alto de su trono.

El capitán se acercó a El Arreglador y le dio instrucciones de matar al condenado con su espada. Sin embargo, El Arreglador no estaba preocupado. Se volvió para mirar al rey y a las personas y declaró:

-Soy un curador de corazones rotos. Nunca en mi vida he matado a nadie y no mataré el día de hoy.

El Rey de la Tristeza estaba delirante de felicidad y dijo en voz alta:

-Si no matas inmediatamente a este hombre, tú serás ejecutado ahora mismo.

Tranquilamente, El Arreglador respondió para que todos oyeran:

-Amigos míos, todos ustedes me conocen. Soy El Gran Arreglador. Ustedes me dejaron entrar a sus derruidos hogares, sus corazones rotos, sus quebrantaras vidas. Saben que yo construyo, no destruyo. Doy esperanza, no creo desesperación. Y por lo tanto, si mi mensaje es real, este hombre vivirá, y regresará a casa. Si es falso, este hombre morirá.

El Arreglador removió su espada de su lugar y la enterró en el estómago del hombre. Por supuesto que se deshizo, y el hombre quedó libre.

¿Y El Arreglador? Regresó a cantar una nueva canción en su silla rota, en su derruido porche, festejando.

Marcelo Rittner - Aprendiendo a decir adiós

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