"Él puede parecer un idiota y actuar como un idiota. Pero no se deje engañar: es realmente un idiota".
Groucho Marx
Escribe tus tiempos tristes en la arena.Escribe tus tiempos buenos en la piedra.George Bernard Shaw(1856-1950) dramaturgo irlandés
Necesito verte, pero no te veo.
Necesito escucharte, pero no te escucho.
Necesito tocarte, pero no te toco.
Necesito pensarte...¡y es lo único que hago!
La astucia es el oscuro santuario de la incapacidad.
(Felipe Stanhope de Chesterfield)
"La lógica y las matemáticas no son más que las estructuras lingüísticas especializadas."
Jean Piaget.
Todo necio confunde valor y precio.
Atribuida a Antonio Machado
¿Cuál es el sentido de ser capaz de perdonar si, muy dentro de ti, tienes que admitir que no eres capaz de olvidar?
Atribuida a Jodi Picoult.
"Nada se puede aceptar de un malvado, so pena de envilecerse".
Atribuida a Madame Roland
“A veces lo único que se propone un manipulador es simplemente desorganizar la galería por el puro gusto de hacerlo. Existen personas así en nuestra sociedad".
Atribuida a Ken Kesey
En nombre de qué, de quién, podemos asumir el deber de amar al prójimo si es abominable? ¿Qué se puede alegar para convencer a la víctima de amar a su verdugo? ¿Que es una criatura de Dios, como yo, y las vías del Señor que lo conducen a hacer el mal son inescrutables? Eso vale para los que se consagran a las pamplinas cristianas, pero, ¿y para los demás, los que viven inmunes a esas fábulas? ¿Qué extraña perversión podría, pues, conducir a este mandato inaudito: amar al autor del suplicio que nos destruye? Auschwitz muestra los límites de esta ética: interesante en el papel, pero inútil para la vida.“
Michel Onfray
Un lobo denunciaba a una zorra con la acusación de robo; ésta decía que no tenía nada que ver con el asunto. Entonces el simio se sentó entre ellos en calidad de juez. Después de que uno y otro expusieran su causa, se dice que el simio pronunció esta sentencia: «Tú no pareces haber perdido lo que pides; en cuanto a ti, creo que has robado lo que alegremente niegas»
Esopo
"Lo importante no es mantenerse vivo sino mantenerse humano".
Atribuida a George Orwell
Hace muchos años, cuando trabajaba como voluntario en un hospital, conocí a una niñita llamada Liz, que sufría de una extraña enfermedad.
Su única oportunidad de recuperarse era una transfusión de sangre de su hermano de 5 años, quien había sobrevivido a la misma enfermedad y había desarrollado los anticuerpos necesarios para combatirla.
El doctor explicó la situación al hermano de la niña, y le preguntó si estaría dispuesto a darle su sangre.
Yo lo vi dudar por un momento antes de tomar un gran suspiro y decir:
“Sí, lo haré si eso salva a Liz”.
Mientras la transfusión se hacía, él estaba acostado en una cama al lado de la de su hermana, muy sonriente, mientras nosotros los asistíamos y veíamos regresar el color a las mejillas de la niña.
De pronto, el pequeño se puso pálido y su sonrisa desapareció. Miró al doctor y le preguntó con voz temblorosa:
“¿A qué hora empezaré a morir?”
No había comprendido al doctor: pensaba que tendría que darle toda su sangre a su hermana, y aun así había aceptado.
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“Son demasiadas las personas que se sienten infelices y que no toman la iniciativa de cambiar su situación porque se las ha condicionado para que acepten una vida basada en la estabilidad, las convenciones y el conformismo.”
Jon Krakauer, “Hacia rutas salvajes” (1996)
En Atenas, un acreedor reclamaba la deuda a su deudor, éste, al principio, le pedía que le concediese un plazo, afirmando que estaba en un apuro. Como no logró convencerle, trajo una marrana, la única que tenía, y delante de aquél la puso en venta. Acercóse un comprador y preguntó si la marrana era fértil, aquél dijo que no sólo paría, sino que lo hacía de modo singular; pues en los Misterios paría hembras, y en las Panateneas, machos. Asombrado el comprador ante lo dicho, el acreedor añadió: «Y no te maravilles, porque ésta en las Dionisias te parirá cabritos.»
Esopo
La política es el sutil arte de conseguir votos de los pobres y hacer campaña con base al capital de los ricos, prometiendo proteger a uno del otro.
Oscar Ameringer.
Un día hablaba el Conde Lucanor con su consejero Patronio y le contaba lo siguiente:
-Patronio, gracias a Dios yo tengo mis tierras bien cultivadas y pacificadas, así como todo lo que preciso según mi estado y, por suerte, quizás más, según dicen mis iguales y vecinos, algunos de los cuales me aconsejan que inicie una empresa de cierto riesgo. Pero aunque yo siento grandes deseos de hacerlo, por la confianza que tengo en vos no la he querido comenzar hasta hablaros, para que me aconsejéis lo que deba hacer en este asunto.
-Señor Conde Lucanor -dijo Patronio-, para que hagáis lo más conveniente, me gustaría mucho contaros lo que le sucedió a un genovés.
El conde le pidió que así lo hiciera.
Patronio comenzó:
-Señor Conde Lucanor, había un genovés muy rico y muy afortunado, en opinión de sus vecinos. Este genovés enfermó gravemente y, notando que se moría, reunió a parientes y amigos y, cuando estos llegaron, mandó llamar a su mujer y a sus hijos; se sentó en una sala muy hermosa desde donde se veía el mar y la costa; hizo traer sus joyas y riquezas y, cuando las tuvo cerca, comenzó a hablar en broma con su alma:
»-Alma, bien veo que quieres abandonarme y no sé por qué, pues si buscas mujer e hijos, aquí tienes unos tan maravillosos que podrás sentirte satisfecha; si buscas parientes y amigos, también aquí tienes muchos y muy distinguidos; si buscas plata, oro, piedras preciosas, joyas, tapices, mercancías para traficar, aquí tienes tal cantidad que nunca ambicionarás más; si quieres naves y galeras que te produzcan riqueza y aumenten tu honra, ahí están, en el puerto que se ve desde esta sala; si buscas tierras y huertas fértiles, que también sean frescas y deleitosas, están bajo estas ventanas; si quieres caballos y mulas, y aves y perros para la caza y para tu diversión, y hasta juglares para que te acompañen y distraigan; si buscas casa suntuosa, bien equipada con camas y estrados y cuantas cosas son necesarias, de todo esto no te falta nada. Y pues no te das por satisfecha con tantos bienes ni quieres gozar de ellos, es evidente que no los deseas. Si prefieres ir en busca de lo desconocido, vete con la ira de Dios, que será muy necio quien se aflija por el mal que te venga.
»Y vos, señor Conde Lucanor, pues gracias a Dios estáis en paz, con bien y con honra, pienso que no será de buen juicio arriesgar todo lo que ahora poseéis para iniciar la empresa que os aconsejan, pues quizás esos consejeros os lo dicen porque saben que, una vez metido en ese asunto, por fuerza habréis de hacer lo que ellos quieran y seguir su voluntad, mientras que ahora que estáis en paz, siguen ellos la vuestra. Y quizás piensan que de este modo podrán medrar ellos, lo que no conseguirían mientras vos viváis en paz, y os sucedería lo que al genovés con su alma; por eso prefiero aconsejaros que, mientras podáis vivir con tranquilidad y sosiego, sin que os falte nada, no os metáis en una empresa donde tengáis que arriesgarlo todo.
Al conde le agradó mucho este consejo que le dio Patronio, obró según él y obtuvo muy buenos resultados.
Y cuando don Juan oyó este cuento, lo consideró bueno, pero no quiso hacer otra vez versos, sino que lo terminó con este refrán muy extendido entre las viejas de Castilla:
El que esté bien sentado, no se levante.
-Justicia:
Artículo más o menos adulterado que el Estado vende al ciudadano a cambio de su lealtad, sus impuestos y sus servicios personales.
-Abandonado:
El que no tiene favores que otorgar. Amigo de la verdad y el sentido común.
-Amistad:
Barco lo bastante grande como para llevar a dos con buen tiempo, pero a uno solo en caso de tormenta.
-Arena:
En política, ratonera imaginaria donde el estadista lucha con su pasado.
-Autoestima:
Evaluación errónea.
-Autoevidente:
Evidente para uno mismo y para nadie más.
-Hombre:
Animal tan sumergido en la extática contemplación de lo que cree ser, que olvida lo que indudablemente debería ser. Su principal ocupación es el exterminio de otros animales y de su propia especie que, a pesar de eso, se multiplica con tanta rapidez que ha infestado todo el mundo habitable, además del Canadá.
-Libertad:
Uno de los bienes más preciosos de la Imaginación, que permite eludir cinco o seis entre los infinitos métodos de coerción con que se ejerce la autoridad. Condición política de la que cada nación cree tener un virtual monopolio. Independencia. La distinción entre libertad e independencia es más bien vaga, los naturalistas no han encontrado especímenes vivos de ninguna de las dos.
Ambrose Bierce, “El diccionario del diablo” (De 1881 a 1906)
Para vivir, hay que aprender que el agua vuelve al mar
Y que sufrir también es parte de este caminar
Se recomienda no pensar tanto y crecer sin hacerse mayor
Que entre tanta dudosa certeza, cuanto más te equivoques mejor.
Juan Gómez Canca
"Es muy fácil echar la culpa a los políticos y a la ambición, de todos los conflictos que ha habido a lo largo de la historia -dijo-, y naturalmente, han tenido parte del protagonismo, pero la religión ha sido siempre el fuego que ha mantenido encendida la hoguera de la intolerancia y el odio, y que nos ha impedido avanzar y lograr cosas mejores, pero, sobre todo, nos ha impedido aceptar en qué nos hemos convertido realmente, aprovechar todo lo que la ciencia nos ha enseñado y todavía nos enseña, y obligarnos a ser responsables de nuestros actos."
Raymond Khoury, "La orden del temple" (2005)
En un reino encantado donde los hombres nunca pueden llegar, o quizás donde los hombres transitan eternamente sin darse cuenta en un reino mágico, donde las cosas no tangibles, se vuelven concretas…
Había una vez un estanque maravilloso. Era una laguna de agua cristalina y pura donde nadaban peces de todos los colores existentes y donde todas las tonalidades del verde se reflejaban permanentemente.
Hasta ese estanque mágico y transparente se acercaron a bañars, haciéndose mutua compañía, la tristeza y la furia.
Las dos se quitaron sus vestimentas y desnudas, entraron al estanque.
La furia, apurada, como siempre está la furia, urgida, sin saber por qué, se bañó rápidamente y, más rápidamente aún, salió del agua. Pero la furia es ciega, o por lo menos no distingue claramente la realidad, así que, desnuda y apurada, se puso, al salir, la primera ropa que encontró.
Y sucedió que esa ropa no era la suya, sino la de la tristeza, y así, vestida de tristeza, la furia se fue.
Muy calma y muy serena, dispuesta como siempre a quedarse en el lugar donde está, la tristeza terminó su baño y sin ningún apuro, o mejor dicho, sin conciencia del paso del tiempo, con pereza y lentamente, salió del estanque.
En la orilla se encontró con que su ropa ya no estaba.
Como todos sabemos, si hay algo que a la tristeza no le gusta es quedar al desnudo, así que se puso la única ropa que había junto al estanque, la ropa de la furia.
Cuentan que, desde entonces, muchas veces uno se encuentra con la furia, ciega, cruel, terrible y enfadada, pero si nos damos el tiempo de mirar bien, encontramos que esta furia que vemos es sólo un disfraz, y que detrás del disfraz de la furia, en realidad, está escondida la tristeza.
Cuento zen
"Quizás no haya ningún fenómeno que contenga tanto sentimiento destructivo como la 'indignación moral', que permita que la envidia o el odio se actúen bajo la apariencia de virtud"
Existía, en un país muy lejano, un rey que no era capaz de mantener el equilibrio entre la alegría y la tristeza. Cuando algo bueno le sucedía, no cabía en sí de gozo, lo celebraba por todo lo alto y de forma incluso desmedida; pero, en cambio, cuando algo malo ocurría, se deprimía tanto que podía pasar varios días en cama.
Harto de esta situación, prometió mil monedas de oro a aquella persona capaz de fabricar un anillo que le ayudara a tolerar mejor las malas situaciones y a no celebrar de forma tan exagerada las buenas. Un anillo para encontrar el equilibrio en sus emociones.
Durante semanas fueron pasando por palacio todo tipo de personas: famosos joyeros, magos, hechiceros, artesanos… Todos ellos le trajeron centenares de anillos distintos: fundidos en oro, en plata, con piedras preciosas, de distintas formas y colores… pero ninguno de ellos era capaz de proporcionar al rey el equilibrio que necesitaba.
Cuando habían pasado ya casi dos meses y todos se habían dado por vencidos, llegó al reino un viajero que solicitó audiencia.
—¿Qué deseáis? —le preguntaron los guardias.
—Quiero ver a su majestad, pues tengo el anillo que ha estado buscando durante todo este tiempo.
Extrañados, le comunicaron la noticia al rey y este finalmente aceptó.
Aquel viajero entró en palacio ante la mirada de todos los cortesanos. Avanzó lentamente hasta el trono, y, con una voz suave, dijo:
—Majestad, tengo aquí el anillo que necesita. A mí me ha servido desde hace años para mantener el equilibrio en todo momento. Cada vez que me encontraba muy triste o muy alegre, lo observaba durante unos minutos.
Lentamente se lo quitó para dárselo al rey.
Este, nada más cogerlo, se dio cuenta de que era un simple anillo de bronce, sin ningún valor económico aparente y sin ninguna característica especial hasta que, de pronto, se quedó mirando las tres palabras que había escritas en su superficie. Las leyó, sonrió y se lo puso.
—Gracias, viajero, este es justo el anillo que necesito.
Y dirigiéndose a todos los cortesanos exclamó:
—Este hombre ha traído el anillo que tanto tiempo he estado buscando. Un simple anillo de bronce, un anillo que tiene tres palabras escritas, las mismas tres palabras que quiero que a partir de ahora se incluyan en mi escudo real: «Esto también pasará».
Adaptación de Eloy Moreno de cuento sufí.
(Dedicado a un buen usuario y mejor persona que nos lee y nos acompaña en silencio.)
menéame