¿Dónde hubiera ido Dante a buscar el modelo y el asunto de su Infierno sino en nuestro mundo real? Por eso nos ha pintado un gran infierno de verdad. Por el contrario, cuando trató de describir el cielo y sus goces, tropezaba con una dificultad insuperable, precisamente porque nuestro mudo no ofrece nada análogo. En lugar de los goces del Paraíso, viose reducido a notificarnos las instrucciones que allí le dieron sus antepasados, su Beatriz y diversos santos. Por donde se ve con harta claridad qué clase de mundo es el nuestro.
El infierno del mundo supera al Infierno del Dante en que cada cual es diablo para su prójimo. Hay también un archidiablo, superior a todos los demás, y es el conquistador que pone centenares de miles de hombres unos frente a otros, y les grita: «Sufrid: morir es vuestro destino; así, pues, ¡fusilaos, cañoneaos los unos a los otros!». Y lo hacen.